La dirigente de Ciudadanos Inés Arrimadas ha anunciado que abandona la política. Lo ha hecho a las pocas horas de conocerse los resultados electorales que han dejado a la formación naranja fuera de las instituciones autonómicas y municipales y anunciar que Ciudadanos no se presentará a las elecciones generales del próximo 23 de julio, algo que ha enojado profundamente al diputado Edmundo Bal que ha pedido la dimisión de la dirección.

Madrid con Begoña Villacís era la única esperanza que les quedaba. El único superviviente que les queda es el exvicepresidente de la Junta de Castilla y León Francisco Igea que está aguantando estoicamente el chaparrón, haciendo oposición al gobierno PP-Vox que presidente la Junta.

Arrimadas me ha parecido una mujer valiente y comprometida que, en mi opinión, se equivocó al no presentarse en la investidura al Parlament de Cataluña, pese a haber ganado las elecciones. Es verdad que no tenía los apoyos suficientes para salir elegida, pero debería haberlo intentado por respeto a sus votantes, siendo, además, la primera vez que una fuerza no nacionalista ganaba en Cataluña.

Inés Arrimadas es una excelente parlamentaria, de verbo fluido, cuyas intervenciones en el Congreso de los Diputados han sido muy vehementes y duras con el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, defendiendo siempre el espacio de centro político y liberal que marcó los inicios de Ciudadanos. Es un valor que debería ser aprovechado por el PP, al igual que Edmundo Bal, si decide abandonar la política. Creo que ambos dirigentes tienen mucho que aportar y encajan perfectamente en el PP de Núñez Feijóo.

Su renuncia a la política marca el fin de un partido y de unas siglas que despertaron muchas simpatías entre los ciudadanos y que tuvo en sus manos llegar a gobernar en este país de la mano de su presidente Albert Rivera, pero donde una mala decisión les ha abocado a la desaparición y a ser fagocitados por el PP.