Cuando leí que Madrid había sido rechazada para ser sede olímpica en 2020 sentí cierto alivio. España dista mucho de estar para grandes eventos acompañados de elevados dispendios, mientras no estemos en el seis, siete u ocho por ciento de parados; todos los esfuerzos del gobierno se deben centrar en rebajar la cifra tan vergonzosa que acorrala al pueblo español. Lo demás es bufar en caldo fred.

Por otro camino, anda el endeudamiento de todos los estamentos gubernamentales. Nuestra vetusta patria va como Lázaro recién resucitado, un pueblo endeudado hasta las cejas y en el que casi un tercio vive de una caridad encubierta. Y por la vereda más abrupta ruin y oscura caminan todos los escándalos políticos, éstos, imposibles de cuantificar. Para una mayoría de ellos, el PP, posee una frenada automática que, primero los ralentiza, para más tarde pararlos, y esto depende del casto ministro de Justicia. Como por ejemplo, el del duque de Palma y esposa, una pareja que campa a sus anchas por Suiza con sus inocentes retoños. O el de Bárcenas y muchos otros. ¿Cómo nos iban a dar las olimpiadas con lo endeudados que estamos y con la permisividad mostrada ante los dopajes? José Pardo Ferrer. Xiva.