A mediados del siglo pasado, el famoso director de cine Orson Welles recitaba en la radio La guerra de los mundos, una pequeña historia de alienígenas que invadían la tierra. La retransmisión ampliamente escuchada causó un revuelo impresionante entre la población, que no fue capaz de diferenciar la ficción de la realidad.

Unos ochenta años después de aquel suceso parece que la gente sigue sin ser capaz de distinguir entre relatos ficticios y reales, me refiero a las fake news. Pero tampoco debemos acomplejarnos, nunca hemos sido mejores que nuestros abuelos, y tampoco mejores que los campesinos del medievo, la condición humana ha variado poco o nada.

Sin embargo, las extrañas cosas que creamos sí que han avanzado, y si Orson Welles casi destruye la civilización con la radio, actualmente nos desinforman a través de internet. Pero esta vez no es Orson Welles, que en paz descanse, quien nos engaña, ni tampoco otro sujeto con nombres y apellidos, ni siquiera una empresa, un periódico, Rusia o el gobierno, sino que somos nosotros mismos, los ciudadanos de a pie.

El Estado y los medios de comunicación tradicionales han perdido el monopolio de la manipulación porque han dejado de ser los únicos productores de información. Ahora mismo, cualquier persona audaz y con ciertos conocimientos técnicos puede fabricar fakes news, un meme o un tuit que desinforme masivamente con ayuda de unos cuantos bots que hagan que su tuit sea trending topic. Dar voz a la masa no siempre es bueno. Prueba de ello es Twitter; un campo de batalla de letras vacías, letras que gritan más que dicen, y cuando alguien aporta algo de lucidez no se le hace caso. ¡Claro! Pensar no mola.