Enrique Ballester, Castelló

El CD Castellón, con la efectividad como gran arma, se dio un festín de goles ante el Levante UD, en un duelo regional marcado por la lluvia caída durante el primer tiempo, que condicionó el césped como suele ser habitual en estos casos. En algunos lugares la pelota se frenaba, entre charcos, en otros salía disparada como un proyectil. Un incordio al que se adaptaron mejor los locales, sacando provecho de la virtud de Ulloa en el juego directo, y de los movimientos de su compinche Nsue.

En la medular Abel Resino apostó por retrasar a Mario Rosas, dando entrada a Emilio Nsue en la mediapunta. Acertó. En el quite, López Garai mostró su mejor nivel. Se sintió el vasco de nuevo capitán general, acaparando todo el protagonismo, escoltando al menudo Mario. Mario Rosas se vio en disposición de gobernar el encuentro, a su ritmo, referencia obligada para sus compañeros. En ataque, el Castellón ganó vuelo, brío e instinto goleador asido a un sensacional Emilio Nsue, un ventilador revoloteando alrededor del tanque Ulloa, sacando provecho de la segunda jugada, moviéndose con las peores intenciones del mundo a la espalda de la defensa rival. En el área, tuvo dos balones en condiciones, y en los dos definió con la precisión de los grandes goleadores.

Emilio Nsue tiró de manual en sus dos tantos. En el primero, acomodó el centro de Ulloa y sacó un latigazo automático imposible para Reina, arriba, buscando el ángulo. En el segundo, aprovechó el pase atrás de Diego Reyes, el control le obligó a utilizar el cuerpo como recurso, siempre a velocidad de vértigo, una roca entre el defensa y el balón. Con la diestra, empujó la pelota a la esquinita, sobrado. Nsue fue la mejor noticia de la noche, junto al resultado, algo abultado en relación con el mérito de ambos equipos. El cancerbero visitante, Manolo Reina, no realizó prácticamente ninguna parada, pero recogió cuatro veces el cuero de su portería.

La primera de ellas llegó antes de la explosión de Nsue. En un saque de banda, segundo minuto de partido. Un centro de Rafita, dueño indiscutible del lateral. Una prolongación de Ulloa, que volvió a resultar productivo. Y un remate inverosímil de Perico, un escorzo letal en el aire. Golazo.

El Castellón obtenía beneficios antes de acumular méritos. Y mejor así, porque el estado del césped evitó comprobar en su totalidad la validez de la propuesta, al menos en el aspecto colectivo. Si bastó para destapar a Nsue, y para que los protagonistas del cambio, López Garai y Mario Rosas, terminaran desquiciando al centro del campo visitante.

El Levante anduvo más cerca de rascar algún punto que lo que el resultado puede indicar. Tanto en el primer como en el segundo acto. La contienda pudo dar un vuelco en el minuto trece, con uno a cero en el marcador, Rafita evitó bajo palos, jugándose el tipo en un increíble vuelo sin motor, un gol seguro de Miguel Pérez. Fue la más clara, pero no la única, hubo incertidumbre antes y después. Parri no acertó en un mano a mano, a Del Moral se le escapó un cabezazo franco... También en el segundo acto, a partir del clamoroso error en la marca que posibilitó el tres a uno, las ocasiones fueron levantinistas, el don de lo concreto, para el Castellón.

Así, desde lejos avisaron a Carlos: Samuel, Ángel, Xisco... El portero evitó valiente el gol cantado de Larrea, en una salida suicida. En el Gol Norte, en cambio, pura dinamita. En una jugada que conducía al fracaso, Nsue la convirtió en éxito. Casi en el último suspiro, Dani Pendín certificó la victoria con un testarazo picado. No fue un gol cualquiera.

No lo fue para Pendín tras meses de tortura. No lo fue para sus compañeros que lo celebraron con verdadero amor, porque conocen al protagonista. Un futbolista de oficio, en el ocaso pero digno, un ejemplo orgulloso. Se lo merecía.