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El CD Castellón dejó pasar ayer el tren de la salvación. El conjunto albinegro, que de ganar habría dormido a cuatro puntos de la salvación, no pudo pasar del empate sin goles ante el Nàstic de Tarragona y este fin de semana verá cómo la permanencia se aleja un poco más si cabe en la clasificación.

El conjunto albinegro salió al campo con demasiado miedo en el cuerpo. Miedo y presión. La que suponía tener en sus manos la posibilidad de dormir más cerca que nunca de la salvación. Quizás por eso fueron los tarraconenses los que se hicieron con el dominio del encuentro desde el pitido inicial.

Con José Mari como principal valedor, los castellonenses tuvieron que emplearse a fondo durante los primeros minutos para frenar las aproximaciones del rival y también para intentar evitar que las malas condiciones del terreno de juego les jugaran una mala pasada.

No fue hasta que Mantecón, que salió formando en el doble pivote con Dani Pendín, adelantó su posición mediada la primera mitad y apoyó a Jordi Marenyà en la media punta cuando el Castellón empezó a generar algo de juego y comenzar a acercarse al área defendida por Rubén.

En una de esas, el centrocampista madrileño trenzó una buena jugada por la banda derecha, centró al canterano albinegro pero cuando éste vio a Ulloa en una buena posición dentro del área y le pasó el balón el argentino resbaló, desbaratando la primera ocasión de peligro de los de Asier Garitano.

Fue unos minutos después cuando llegó la mejor ocasión del Castellón, que tuvo en un buen lanzamiento del portugués David Silva la posibilidad de ponerse por delante en el marcador, pero el portero catalán estuvo muy acertado despejando el esférico con los puños.

Parecía que los albinegros por fin se habían sacudido la presión de encima y la cosa pintaba algo mejor. Tanto es así, que la última ocasión del primer tiempo llegó, de nuevo, de las botas de Mantecón, pero su lanzamiento de falta se marchó por encima del travesaño. Poco más se vio en los primeros 45 minutos.

La segunda parte comenzó prácticamente con una buena ocasión de Ulloa, quien se sacó un disparo de la chistera y a punto estuvo de sorprender al portero del Nàstic, y un cabezazo de Dani Pendín que se marchó fuera.

El Castellón no estaba dispuesto a arrojar la toalla, por eso empezó a buscar el peligro con balones largos y empezó a presionar más arriba. Sin embargo, fue en ese momento cuando el Nàstic perdonó claramente el 0-1. Y es que un centro al área y el posterior embrollo entre jugadores concluyó con una mano magistral del portero Lledó que evitó que el balón fuera dentro.

Las fuerzas se igualaron a partir de ese momento y el cansancio empezaba a hacer acto de presencia entre los dos planteles. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a conformarse con el empate a cero inicial y las tímidas aproximaciones se sucedían en ambas áreas sin demasiado peligro.

Tal y como estaba transcurriendo el partido, Garitano tenía que jugársela y, para asombro de los valientes que se dieron cita ayer en Castalia, lo hizo. Sin crear precedentes, el técnico vasco optó por quitar a Dani Pendín y sacar al único delantero que tenía en el banquillo, Guerra, dando a entender que quería ir por el partido porque, hasta entonces, las ocasiones brillaban por su ausencia.

Pese a ello, el Castellón seguía siendo incapaz de marcar un gol esperanzador, un tanto que le diera tres puntos de oxígeno con los que seguir creyendo en el milagro de la salvación. Encima, el Nàstic tampoco estaba fuera del partido y puso el miedo en el cuerpo de los aficionados castellonenses por mediación de Morán. Pero ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas, y Ulloa desperdició la ocasión más clara de los 90 minutos cuando, a falta de cuatro para el final, se precipitó al golpear el esférico cuando se quedaba solo en el área catalana y su lanzamiento se marchó fuera.

El delantero argentino, máximo goleador del conjunto albinegro, no daba crédito a lo que había perdonado y sólo quedaba confiar en el tiempo añadido para buscar el gol. Pero los cuatro minutos extra pasaron sin pena ni gloria y el Castellón se quedó con la miel en los labios. Una jornada menos y cada vez son menos los que creen en el milagro de la salvación.