España es el primer productor mundial de «garrofa» con unas 60.000 toneladas anuales. La Comunidad Valenciana ocupa el primer lugar en España con una superficie de cultivo de unas 21.000 hectáreas y una producción de alrededor de 23.000 toneladas.

La demanda creciente de este producto otorga una nueva salida al algarrobo, que es parte indispensable del paisaje de la Comunidad Valenciana y que ha contribuido decisivamente a frenar los procesos de erosión que afectan a las zonas de pie de monte de toda la fachada mediterránea, desde Cataluña hasta Huelva.

En defensa del cultivo ha surgido el grupo de Empresas Innovadoras de la Garrofa (EIG), una asociación que engloba a 19 firmas que trabajan con este cultivo situadas en Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia y las Islas Baleares.

«Conseguir extender más un cultivo versátil, y con muchos beneficios, también paisajísticos y medioambientales, y mejorar los procedimientos para su cosecha y tratamiento, además de divulgar sus cualidades», son los objetivos de esta asociación, según explica su presidente, Josep Borrás.

La última iniciativa de EIG ha sido conseguir el apoyo de la conselleria de Presidencia y Agricultura para medir la huella de carbono del algarrobo. El estudio pretende contribuir a que se considere a la algarroba como un producto «natural» fruto de un cultivo «sostenible».

«El algarrobo -señala Borrás- tiene futuro, aunque la vía más directa para lograrlo es mejorar la posición de la goma de garrofín en la industria de alimentación humana».

«Calcular la huella de carbono es una forma de demostrar en la Unión Europea la sostenibilidad de las plantaciones de algarrobo y un empujón más a la hora de conseguir que a este cultivo y sus derivados se le relaciones con palabras clave como "natural? o "verde?», declara el presidente.

En el proceso de producción de la algarroba, se separa la semilla (el garrofín) de la pulpa. Ambos productos se utilizan, tanto para consumo humano como para animal. Sin embargo, el aumento de la demanda de garrofa está asociado a la goma de garrofín, obtenida de la semilla y conocida en el código de la Unión Europea como E-410.

La comercialización del espesante natural E410, contenido en la semilla de garrofa, es la principal esperanza para los cultivadores de este producto, utilizado en la fabricación de salsas, postres, dulces o helados, a los que otorga una textura cremosa «muy apreciada y particular», según fuentes de EIG.

Enfrente se encuentra el gigante chino, que comercializa espesantes similares al E-410 y lo hace a un precio inferior, aunque sin la componente natural ni los beneficios asociados que lleva el cultivo de la garrofa en ambientes mediterráneos. De ahí la importancia de que reciba el reconocimiento europeo sobre sus cualidades y apoye su cultivo.

La asociación promueve la creación de modernas plantaciones mecanizadas de algarrobos, pero no olvida el valor de los viejos ejemplares desperdigados por toda la geografía valenciana. Su resistencia casi infinita a las sequías y su capacidad para fijar nitrógeno y CO2 donde otros árboles fracasan convierten al algarrobo en un aliado «fiel y eficaz» contra el cambio climático.