En siete jornadas de Liga, el Castellón ha perdido más partidos que en las últimas 27 de la temporada pasada, justo desde que Ramón María Calderé llegó al banquillo. Demoledor. Él considera que es una pregunta inoportuna el hablar sobre su futuro como técnico. Dice que sabe que el fútbol son resultados (y son bastante malos). Así que, pese a que estamos aún en septiembre, no veo descabellado que se hable de posible cambio de técnico en el Castellón. Otra vez más.

El Luis Suñer Picó es un estadio grande. Muy grande, para lo que estamos acostumbrados a ver en la categoría de esparto. Es el lugar donde más veces he visto jugar de visitante a mi equipo y, salvo honrosas excepciones, suelo salir de allí con un cabreo mayúsculo. Porque el Alzira, y más si lo entrena Dani Ponz, no negocia salir a los partidos con una intensidad que raya lo animal, imprimiendo ritmo y presión constantes desde el minuto uno. Y no hay cosa que me dé más rabia que ver a mi equipo dejarse llevar por el ímpetu del rival y, al margen de lo futbolístico, estar por debajo de él en competitividad.

En la primera parte, el Castellón aguantó ese ritmo e incluso logró imprimir uno más elevado. No tengo dudas de que Antonio es un motor de soluciones arriba para cualquier equipo de Tercera División. Es un perfil necesario en todas y cada una de las plantillas que se baten en campos microscópicos donde cada balón parado esconde una llave a la victoria. Tras cinco temporadas sufriéndolos, el Castellón ha encontrado a su tanque. Noticia positiva. Pero no fue así en la segunda parte. Noticia negativa.

El Alzira corrió más y metió más y mejor la pierna, el Castellón no buscó correctamente un remate ganador por arriba y lo acabó pagando en un dudoso penalti. La pesadilla del Luis Suñer no falla. El Alzira volvió a ser más bravo que un Castellón que acabó siendo previsible tras unos cambios que Dani Ponz ya conocía. Derrota y a sufrir, como casi cada año.

Paradójicamente, si el año pasado el derbi ante el Villarreal C era juez del paso del Castellón hacia el primer puesto, esta temporada puede devenir en problemas. Son muchos los frentes que aún siguen abiertos en el núcleo del club y muchas las preguntas que aún no tienen respuesta. El Castellón vuelve a oler a la rutina de siempre en Tercera y ese es un problema grave.

Un mensaje positivo, un cambio de actitud, un esfuerzo valiente, un derroche de control táctico, una nueva alegría. La afición del Castellón urge de algo, lo que sea, para poder seguir creyendo. Porque el día en que la grada deje de soñar, habrá vencido la pesadilla.