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Los rastreadores de drogas buscan hasta en las cloacas

«Las aguas residuales son una fuente inagotable de información», destaca el catedrático de Química Analítica de la UJI Félix Hernández

Los rastreadores de drogas buscan hasta en las cloacas

Cada vez que alguien tira de la cadena, una cantidad considerable de información se va por el retrete. Los datos más precisos sobre ciertos hábitos de vida, incluso aquellos que se tratan de esconder, se encuentran en las aguas residuales. Las cloacas ofrecen una imagen fidedigna del consumo de drogas y de la incidencia de enfermedades como el cáncer o la depresión. «Son una fuente inagotable de información», sostiene el catedrático de la Universitat Jaume I Félix Hernández, que lidera el grupo de investigación de Química Analítica en Salud Pública y Medio Ambiente.

Desde el año 2010 este equipo de científicos colabora en un proyecto europeo que estudia el uso de sustancias estupefacientes en unas 40 ciudades a partir de muestras de aguas residuales. La investigación, con gran repercusión internacional, ha ampliado su área de cobertura al sumarse países asiáticos, americanos y, recientemente, Australia. Sólo desde el laboratorio de la UJI se analizan muestras extraídas en una docena de ciudades, entre las que destacan las colombianas Medellín y Bogotá.

Por lo que respecta al ámbito local, de los análisis realizados en los últimos años se desprende que en Castelló las sustancias más consumidas son el cannabis y la cocaína, y «en niveles relativamente altos en comparación con otras ciudades europeas, aunque muy lejos de Holanda», destaca el experto, quien constata que el consumo se dispara en fines de semana y periodos festivos. De hecho, uno de los puntos de interés para los científicos es el estudio de consumo de drogas en las fechas coincidentes con los festivales de música de la provincia, una vía de investigación que se ha topado con reticencias desde el ámbito político. El catedrático solicitó en varias ocasiones tomar muestras de aguas residuales en Benicàssim durante la celebración del FIB y en Borriana, hace unos años, con motivo del festival Arenal Sound. En ambos casos los ayuntamientos ni siquiera contestaron a su petición, denuncia el investigador, quien lamenta que «es más fácil trabajar con muestras de Inglaterra que de España». «Parece que no interesa saber ciertas cosas», concluye. Caso distinto es el del Ayuntamiento de Castelló, que sí colabora junto a Facsa en la realización de estas investigaciones en la ciudad.

El estudio se enfrenta también a otras limitaciones: no se pueden detectar las drogas de síntesis porque no se sabe qué buscar exactamente. «Analizamos lo que la gente excreta a través de la orina, los llamados metabolitos, que se generan a partir del consumo de drogas conocidas como el cannabis, la cocaína, las anfetaminas, el éxtasis o la ketamina», señala Hernández. Sin embargo, no se conocen los metabolitos derivados de los nuevos estupefacientes, dado el cambio constante que los laboratorios clandestinos realizan en las composiciones para no ser pillados. Ante esta situación, la investigación de las drogas de diseño son ahora una prioridad para este departamento de la UJI que se ha sumado a un proyecto europeo específico.

Las denominadas legal highs son sustancias que se encuentran en un limbo jurídico: «son tan nuevas que no están reguladas y, por ello, se venden como drogas legales en internet», señala el catedrático. Las consecuencias del consumo pueden ser dramáticas. «Se producen estados de exaltación que llevan a atacar a otras personas, como con la droga caníbal, otras provocan cambios en la percepción del espacio que hacen que la gente salte desde grandes alturas pensando que la distancia al suelo es mucho menor o, incluso, desencadenan problemas mentales crónicos», recalca Hernández.

Se ha logrado identificar entre 400 y 500 tipos distintos de estas sustancias en Europa, algunas de ellas desde el laboratorio de la UJI, para cuya investigación no tiene más remedio que adquirir las drogas por internet como cualquier otro usuario. «Es un problema justificar estas compras porque no te suelen hacer facturas», señala con ironía el científico.

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