«Me obligaron a ir al lavabo. Me pusieron un pincho en el cuello. Luego me bajaron los pantalones y me pusieron una lavativa para intentar sacarme droga, aunque yo les decía que no llevaba nada». Es el relato al tribunal de un preso de la cárcel de Castelló II, en Albocàsser, a quien otros seis presos del mismo módulo agredieron sexualmente para sacarle la droga que supuestamente llevaba en el organismo.

Los procesados admitieron ante el tribunal que pusieron una lavativa a la víctima, pero precisaron que el interno se ofreció voluntariamente al proceso para una vez expulsada la droga vendérsela. El fiscal, en su escrito de calificación inicial ha calificado los hechos como un delito de agresión sexual y otro de lesiones y pide 19 años de prisión para cada uno de los acusados.

La vista oral por estos hechos, ocurridos el 28 de febrero de 2014 en los lavabos del módulo número 12 del centro penitenciario, comenzó ayer en la sección 1ª de la Audiencia de Castelló. El juicio continúa en la jornada de ayer. Antes del inicio de la vista, la letrada de uno de los acusados solicitó la suspensión, ya que su cliente la había recusado.

En la primera jornada del juicio, declararon ante el tribunal cinco de los seis procesados, el preso agredido, la mujer de éste y el responsable de la investigación policial que concluyó, en base al testimonio de la víctima, que los autores de los hechos fueron las personas ahora procesadas.

El preso agredido declaró que un día antes de la agresión había mantenido una 'vis a vis' con su mujer. «Quizás ellos [los acusados] pensaron que me había dado droga, pero yo no me dedicó a eso», dijo. «El día de la agresión estaba en la sala de juegos del módulo y un grupo de tres presos me obligó a ir a los lavabos del módulo. Allí, me pusieron un pincho en el cuello, me bajaron los pantalones, me pusieron un lavativa y me metieron un bolígrafo por el ano», dijo el hombre. «Cuando vieron que no expulsaba nada me dejaron y limpiaron los resto de sangre», añadió.

La víctima indicó que, tras la agresión se fue a su celda y se puso paños en el ano «porque no paraba de sangrar». Indicó que no contó nada a nadie «por miedo a represalias». No obstante, al día siguiente si relató los hechos a su mujer y ésta trasladó la denuncia a la Policía, que abrió una investigación.