12 de octubre de 2008. Es la fecha de la última modificación que hizo Rocío López del trabajo académico que estaba preparando sobre la violencia machista. Ella fue asesinada por su expareja 48 días después, el 30 de noviembre. La castellonense estaba diplomada en Magisterio de Educación Física y preparaba oposiciones en la especialidad de Pedagogía Terapéutica. Mientras, también preparaba un informe al que tituló «La diversidad y cómo afrontarla. ¡No a la violencia contra la mujer!». En 2008, cuando todavía se hablaba de violencia de género, Rocío ya reivindicaba el término «violencia contra la mujer». Además, también pedía «una especial implicación del sector sanitario» y hacer efectivo el derecho de las víctimas «a obtener un recurso de asistencia, protección y justicia adecuado a sus necesidades», aspectos ambos que todavía hoy no se da con plenas garantías.

Así lo recogía Rocío en el apartado «Evaluación final» de este trabajo que encontró su familia cuatro meses después de que la mataran. «Nos da mucha respeto tocar sus cosas. De hecho, su habitación está igual. Pero, a veces, entras y miras cosas, y un día vi una carpeta con unas hojas y el título de la portada me sorprendió. Ponía «Adeversidad y cómo afrontarla». Yo no entendía lo de 'adeversidad' hasta que me di cuenta que era un error y que quería decir 'adversidad'», narra el padre, Félix López. Félix aún no ha corregido el error y porta las hojas impresas tal como las escribió su hija.

Nadie sabía que Rocío estaba siendo víctima de violencia psicológica por parte de su pareja, Jairo Alfonso O. C. Sería después cuando su padre y su madre, con conversaciones con sus amigas, irían atando cabos. Mientras, Rocío iba redactando cada una de las partes de la que consta el trabajo. En las conclusiones finales expone la necesidad de poner en marcha «acciones eficaces de prevención y detección temprana de la violencia de género en el ámbito familiar, con especial implicación del sector sanitario». Y «hacer efectivo el derecho de las víctimas de violencia de género en el ámbito familiar a obtener un recurso de asistencia, protección y justicia adecuado a sus necesidades». También expuso «eliminar los obstáculos añadidos que soportan determinados colectivos de mujeres, como inmigrantes sin residencia regular, de etnia gitana o mujeres con discapacidad».

Rocío también dedicó un apartado al proceso judicial en el que instaba a revisar los procedimientos de denuncia, investigación, asegurar el derecho de todas las víctimas a un juicio justo y con todas las garantías». Las conclusiones terminan con una llamada a «garantizar a todas las víctimas de violencia de género en el ámbito familiar una reparación justa y adecuada del daño sufrido». «Temas que todavía ahora se están incumpliendo», dice Félix quien añade que «aún hoy en día, debido a los múltiples prejuicios que conserva la sociedad española y los tres poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) aún no se ha conseguido lo que pedía una joven víctima de la violencia machista, un mes antes de ser asesinada».

La joven, buena estudiante, gran deportista y trabajadora, fue plasmando en este trabajo cada una de las apreciaciones que, como víctima (aunque nadie sabía que lo era), estimaba importantes retos a tener en cuenta.

En 2010, Jairo Alfonso O. C. fue condenado por la Audiencia Provincial de Castelló a 20 años de prisión por el asesinato de la joven castellonense. Hoy sigue cumpliendo condena en la prisión de Picassent. Los padres de Rocío, Félix y Lucila, siguen manifestándose el último jueves de cada mes para exigir que se cumpla el sueño de Rocío: acabar con esta lacra.