Cuando concluyó la junta general de accionistas del CD Castellón, la de José Miguel Garrido con sus asalariados y apenas veinte ajenos por mor de un horario refractario, el dueño de todo dijo que el desarrollo de la asamblea había sido «normal». Y claro, ingenuo como soy, me asusté. Debe ser consecuencia de mi nula experiencia en tejemanejes mercantiles y en cuitas societarias, pero a mí no me pareció que aquello se pudiera considerar como lo habitual en estos casos.

Para empezar, digo yo que no será muy corriente -ni legal- desconocer el número de acciones presentes. Una cifra sin más, si se quiere, pero que amén de figurar entre las obligaciones de los convocantes -el consejo de administración-, permitiría calcular el verdadero grado de aprobación de su gestión.

La transparencia también brilló por omisión en el desglose del gasto del presupuesto hasta el sorprendente y preocupante anuncio de un déficit de 800.000 euros para el ejercicio en curso. No creo lógico que se hile más fino en la fatal previsión que en la solución, a lo que habrá que cargar los seis fichajes de última hora. Como tampoco se ofrecieron detalles sobre la fruslería de 911.000 euros que se han pulido en sueldos, que no parece respondan a lo acostumbrado en la cuarta división del fútbol.

No debe ser muy frecuente que se aproveche cada comparecencia pública para fustigar al dueño del estadio, incitándole a la prevaricación de una cesión a largo plazo sin concurso público. Se llegó a decir que jugar en Castalia le cuesta al club 250.000 euros anuales, lo que sin duda es una barbaridad teniendo en cuenta que la luz y el agua corren por cuenta del ayuntamiento, una premisa que se oculta a la afición, ergo también el concepto de tamaño desembolso. Tal vez, barrunto, obedezca a más nóminas de empleados, pero como nadie aclaró nada, volvió a florecer la media verdad.

Pero la estrella de tan rutinaria cita fue, ¡tachán!, la petición con cargo al erario público de una nueva ciudad deportiva. Una generosa dádiva que se pretende sin anunciar a cambio la típica aportación de terrenos, un proyecto de fútbol base o la regulación de una Fundación cuya sola titularidad despierta recelos, por independiente de la SAD, y de la que se desconoce el destino del dinero de esas cuotas que han pasado de 240 a 640 euros por niño. Hay que regalárnosla porque somos el Castellón, vino a decir el presidente edecán en ese papel de chantajista emocional que interpreta con la artificiosidad de un político en una carrera de méritos, apelando a lo que representa el club para la ciudad y exigir un trato de favor. Más que paradójico se me antoja insultante que esos mismos argumentos, los sentimentales, sean despreciados cuando se les reclama información y se nos castiga con una silente y oscura mayoría accionarial. La ley del embudo no es por usual menos discriminatoria.

Desconozco, además, si entre los cánones tipo de las transacciones empresariales se suelen ocultar pruebas de delitos y hasta se desprecia la posibilidad de recuperar el dinero sustraído a cambio de otros favores. El juez no debe verlo tan claro cuando ha pedido información al respecto hace ya dos meses.

Puede que en la ¿impoluta? trayectoria de Garrido también devenga cotidiano que un accionista preguntara por la fatal curiosidad de que la suma del valor de unos cheques entregados por la SAD a Capital Albinegro (originaria y aproximadamente 2/3 de Vicente Montesinos y 1/3 de Javier Heredia) coincida al céntimo con la aportación de 315.000 euros que ésta hiciera en su día a la primera fase de la pasada ampliación de capital. Y ya que en ello estamos, dado que seguimos en causa de quiebra a pesar de los pagos a Hacienda, supongo que la solución convencional sería plantear una ampliación por un montante de 3,5 millones, y no ese nuevo parche de 800.000 euros; como también sería proverbial hacerlo de manera abierta y no restringida.

Claro que lo normal hubiera sido que Garrido no abandonara la sala después de lanzar el farol, el de vender el club por el dinero que ha invertido, y que no volviera a entrar avisado por sus mesnadas, no fuera el caso que le saliera el tiro por la culata. ¿Mantiene la oferta o seguirá haciéndose el favor de dirigir el club y especular hasta que aparezca un comprador de fuera y redondee el negocio?