Ha sido desde hace siglos un municipio importante. La Vall d'Uixó se ha situado históricamente como la puerta de entrada entre distintas zonas. Ya desde antes de la creación de su industria en el sector del calzado durante todo el siglo pasado ha sido un enclave estratégico importante para el comercio y la agricultura. En este sentido, incluso podríamos destacar el nombre de su montaña más emblemática, Pipa, como uno de los topónimos más significativos de los que podríamos escuchar.

El catedrático local Leopoldo Peñarroja Torrejón, el cual ha escrito numerosos artículos y obras alrededor de la historia de la Vall, lanzaba la hipótesis del nombre de esta montaña como [ yábal] bi-bab, [la montaña] de la entrada, como puerta que franquea la entrada al litoral en un artículo de la revista Orleyl del año 2018 en el que trata diversos topónimos de ciertos enclaves locales.

Precisamente alrededor de esta emblemática montaña, y en la línea que establece Pipa como puerta de entrada al litoral, se sitúa uno de los puntos a los que el historiador Juan Fuertes Palasí nos ha conducido para conocer un poco más la historia de la Vall d'Uixó. Paralelo al lecho que dibuja el río Belcaire en dirección a la localidad desde la vecina Alfondeguilla podemos transitar por la actual carretera, pero se nos sitúa un camino paralelo muy desdibujado entre esta carretera y el río.

Como distintos caminos encontramos algunos tramos a modo de lapidibus perpetui (es decir, empedrado para siempre) tal cual ya acostumbraban a realizar los romanos y posteriormente los árabes, antiguos pobladores de la zona. Y desde luego que ha sido para siempre, o al menos para siglos, ya que esta ruta dibuja el antiguo camino que unía las dos poblaciones hasta recién entrado el siglo XX. Se desconoce el origen de este camino, aunque no el cometido que tenían las piedras que en algunos tramos bordean este rústico adoquinado. Impasibles, estoicas y recias lucen estas rocas tan singulares y prácticas.

Imaginemos una vieja tartana, tirada por una mula llena de miel de Eslida que cruzaba esta puerta para entrar a la Vall d'Uixó. No se nos hace difícil imaginar el transcurso de esta vieja carreta, con el ruido de los ejes al ritmo de la melodía silbada por el 'melero', quien al bajar de la sierra seguramente sacaría su navaja para cortar alguna cecina aprovechando la sombra de algún algarrobo.El camino todavía no ha terminado, alza la vista y mira la pronunciada subida que le falta para llegar a la población. Una gota de sudor del abrasador acaba de caer sobre la oscura tela de su blusa, su mancha se agranda, echa mano al pellejo que acaba de llenar y palpa la quietud de su mula.

Es el momento de continuar, pero empieza a caminar sólo. Sin el carro, sin la mula, sin la miel. A pocos metros ve al primer vallero que encuentra en el camino a quien pide ayuda para subir su carga. Y atendiendo a la petición, desandan el camino junto a un segundo animal. Y es en este momento cuando cobran sentido estas piedras que bordean el camino de subida. Con la ayuda de estas piedras y de las dos mulas, el carro emprende la subida poco a poco. Avanzando poco a poco hasta coronar el collado desde el que ya se puede divisar la Vall detrás de la cercana Ermita de la Sagrada Familia.

Claves o 'claus' es el nombre de estas piedras que delimitan el camino y sobre las que se apoyaban las pesadas tartanas cargadas de productos que traían los vecinos de las poblaciones del interior para venderlas en la Vall o transportarlas por los llanos caminos hacia poblaciones más cercanas al litoral. Bien poco se conoce de esta actividad que tanto sustento ha dado a los pueblos de la Serra d'Espadà.

En la actualidad, esta antigua vía se encuentra inaccesible y desdibujada en muchos tramos por la carretera que une la Vall d'Uixó y Alfondeguilla y los tres ensanches que ha sufrido esta ruta, pero todavía se puede visitar algún tramo que necesita de su adaptación para llegar hasta él. Aunque conserva perfectamente este empedrado y los 'Claus' que ayudaban a estos carros que subían la que todavía se conoce como Penya Claus.

Otro aspecto que Juan Fuertes ha querido destacar son unas ruinas que a duras penas se pueden ver en la ladera de lo que fue El Ventorrillo de Penya Claus, destruido a principios del siglo pasado tras una explosión debido al fósforo que su dueño escondía bajo tierra para el contrabando, que en aquellos días era un monopolio del Estado.

Ya ningún testimonio queda de aquel ventorrillo, aunque vecinos del lugar recuerdan las historias que sus padres y madres han contado de esta actividad, de aquellas meriendas en el Ventorrillo, de aquellos carros que con tanto esfuerzo llegaban a la Plana y de aquellos animales tan nobles que, junto a sus dueños, tantos kilos han subido por esta ladera.

David Lluch, concejal del área de cultura de la Vall, ha visitado el lugar también junto a Fuertes y tras conocer la historia ha manifestado a Levante de Castelló la «total voluntad de recuperar este tramo como patrimonio para comprender la historia y las formas de vida de nuestro pasado».