E n la vida hay que estar preparado para todo. He visto que desde 2015 te puedes divorciar, en algunos casos, en una notaría. Qué mejor lugar que el elegido para el final del matrimonio Garrido-Montesinos. Se puede pensar que la ruptura le ha salido cara al presidente, pero cuando se casó ya sabía lo que había. No creo que Garrido haya engañado a nadie. Creo que ambos pensaron de inicio que podrían cambiar al otro, que con el paso del tiempo se convencerían. Pero las relaciones y los divorcios van de eso: las grietas rara vez se cierran, lo normal es que vayan creciendo con el tiempo, sobre todo cuando el éxito es esquivo.

El proyecto de Garrido lo apuesta todo al resultado. Lo hubiese seguido apostando. Pasa que este año no ha tenido resultado, y pasa que no estaba solo en el barco. Su mayor aportación fue despejar el fantasma de la liquidación. Después se le escaparon ciertas peculiaridades, pero es difícil captar matices a distancia. Sus hombres en la ciudad perdieron pronto el enamoramiento. Por resumir, algo se quebró cuando el director deportivo cogió el teléfono el pasado verano. Algo que no se ha vuelto a unir todavía. Desde entonces el club vivió una lenta agonía, con altibajos, con parecías que sí, pero con el único final posible cuando alguien intenta autoconvencerse de algo en lo que no cree de veras. Tarde o temprano, eso se estropea.

Gente que piensa de una manera. Gente que piensa de otra. Gente que se quiere hasta que deja de quererse. Gente que se necesita y luego ya no se necesita. Así es el fútbol. Así es la vida. Así es la política.

No bastaba ni bastará solo con dinero para hacer del Castellón un negocio, esa es la gran lección del año, la bonita paradoja. De la misma manera, no bastará con eso que ahora se llama ADN albinegro para resolverlo todo, pero al menos es un comienzo. Como en los divorcios, en otros casos, en el Castellón no suele ser tan simple. Al final también toca pasar por un juzgado, ya sea real o figurado.