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El modelo de tren que presta el servicio en la línea Xàtiva-Alcoi es una más de tantas imágenes características que lleva asociadas este ferrocarril. Los automotores diésel son desde hace mucho tiempo el único tráfico que recorre los 64 kilómetros de vía que mueren en la capital de l'Alcoià. Pintados al principio de azul y amarillo, más tarde de naranja y blanco y ahora con elementos de color violeta incorporados, pero siempre, salvo excepciones transitorias, los mismos. Así, desde el año 1982.

Los trenes autopropulsados de la serie 592, con motor de la casa alemana Man, se incorporaron de forma prácticamente simultánea al servicio en líneas férreas sin electrificar de toda España. En la Xàtiva-Alcoi, como en otras muchas, sustituyeron a los ferrobuses que en ese momento estaban ya más que obsoletos. Los usuarios pudieron así beneficiarse de mejoras como el confort de sus asientos o la dotación de aire acondicionado. También de su rapidez, allá donde fuera posible, ya que podían alcanzar los 120 kilómetros por hora.

Han pasado 27 años y los automotores 592, conocidos en el argot ferroviario como "camellos", siguen circulando por todo el país. Su antigüedad es ya notable, pero no excesiva si se tiene en cuenta que la vida útil de un tren puede ser bastante más larga con el adecuado mantenimiento. En este sentido, hay que recordar que el Talgo III acaba de ser retirado tras 45 años de servicio. Pero además, los trenes que llegan a Alcoi fueron sometidos a una profunda reforma en 2002, junto con la mayoría de los de su serie.

El frontal de los automotores se renovó por otro más aerodinámico y los espacios interiores se hicieron más diáfanos. No obstante, lo más importante es que la potencia del motor se amplió en un 11%, y se hizo posible que las unidades pudieran llegar a un máximo de 140 kilómetros por hora. Sin embargo, esto último depende en buena medida de las condiciones de la vía.

Setenta minutos de viaje

En la línea Xàtiva-Alcoi, con carril que en algunos tramos data de principios del siglo XX y traviesas de madera, los trenes a duras penas si logran alcanzar en algún punto la mitad de su velocidad máxima. El viaje entre las dos ciudades dura en torno a 70 minutos, lo que arroja una media de apenas 55 kilómetros por hora. El contraste entre las prestaciones de los automotores, que cubren con rapidez el trayecto entre Xàtiva y Valencia, y el pésimo estado de la vía se hace más que patente.

Los trenes de la serie 592 han mostrado en estos 27 años sus aptitudes para un trazado complicado como el de esta línea, muy sinuoso y con algunas pendientes destacables. De manera puntual circularon a últimos de la década pasada automotores de la serie 594 -los denominados TRD-, así como de la serie 596. Estos últimos, provistos de un solo coche, se revelaron insuficientes para atender una demanda de viajeros que nunca ha sido escasa. A fecha de hoy, los "camellos" siguen prestando de forma relativamente óptima el servicio, lo que hace que, aunque tengan ya bastantes horas de recorrido, puedan considerarse como unos trenes todavía bastante efectivos.

Cualquier usuario de la línea Xàtiva-Alcoi percibe nada más arrancar el tren que el mantenimiento de la vía es bastante malo, por los continuos bandazos del convoy. Pero hay puntos en los que esto se hace visible, en forma de señal de limitación temporal de velocidad. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el viaducto que cruza el río Albaida cerca de la localidad de Genovés, el más largo de la línea, por donde ahora debe circularse a sólo 30 kilómetros por hora. Pese a todo, no es ésta la mayor limitación que ha existido en la línea; entre 1994 y 1998, tras un incendio, los trenes estuvieron yendo entre Ontinyent y Agres a 20 kilómetros por hora. La comodidad interior de los trenes también contrasta con lo inhóspito de los lugares donde hay que esperarlos. Las estaciones de Alcoi, Ontinyent, Albaida y Benigànim están abiertas algunas horas del día y los viajeros se pueden refugiar en el interior, pero en el resto sólo hay como mucho pequeños cobertizos. El caso más flagrante es Montaverner, donde no existe ni siquiera una marquesina sobre el andén. Otros apeaderos, como los de Agres, Agullent y La Pobla del Duc, están situados en parajes apartados.