Pilar G. del Burgo

valencia

?Mujeres que llevan el corazón de un hombre y hombres que palpitan con el corazón de una mujer. En la donación de órganos no hay género. Este territorio de la medicina que se mide con las saetas del reloj de la empatía y la solidaridad ha cambiado mucho desde que se realizó el primer trasplante, hace dos décadas. Además de los avances técnicos y de los nuevos medicamentos inmunosupresores que evitan los rechazos, lo que más drásticamente ha variado en estos años ha sido el perfil del donante.

"Antiguamente había que convencer a la familia, porque se tenía muy poca información pero hoy en día esto ha cambiado mucho, ya se ha oído hablar de ello y ya han adoptado una postura en un sentido o en otro, aunque la gran sorpresa siempre es la sorpresa de la muerte", expresa una de las coordinadoras de trasplante más veteranas de la Comunitat Valenciana.

La especialista destaca que aún así, el proceso de la donación es "muy delicado" y lo es mucho más cuanto más inesperada es la muerte porque la familia tiene que hacer su proceso. Antes, el perfil del donante correspondía al de una persona joven, sin patología, que había sufrido un accidente de tráfico, "este tipo de donantes era el 50%, hoy no llega al 9% y su presencia es anecdótica porque ahora las personas que han sufrido un traumatismo cráneo encefálico tienen más posibilidades de no morir de muerte encefálica, pueden morir de otras patologías o alguna infección pero ya no pueden donar". De hecho y según datos de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), el 44,6% de los donantes tiene más de 60 años.

La revolución tecnológica ha ido aparejada con el aumento de la edad de los receptores, cuyo límite varía según el órgano del que se trate. Un riñón, por ejemplo, antes no se trasplantaba a mayores de 75 años y ahora es frecuente.

"El problema es que hay pocos donantes para todas las personas que podrían beneficiarse", indica la coordinadora que explica que el equipo de trasplante hepático ha cambiado el criterio de selección de pacientes. "Ahora se ha introducido el Meld que es más equitativo y reduce la mortalidad de la lista de espera", agrega la profesional que para dar una idea de la dificultad de aplicación de los criterios pregunta a bocajarro: "¿a quien se lo trasplantas a quien más lo necesita o a quien más beneficio va a sacar del órgano?".

La cuestión es de órdago mayor.

Y en este sentido, la coordinadora afirma que la ética es fundamental en todo el proceso, "el problema es que al que no trasplantas hoy mismo, mañana lo mismo ya no tiene oportunidad, cuando se lo quitas a uno se lo pones a otro".

Y da una serie de ejemplos.

"Si trasplantas a un paciente renal antes de que entre en diálisis hay más posibilidades de que el trasplante vaya mejor, pero, ¿quien tiene más derecho, el que lleva quince años en diálisis o el enfermo reciente con mejor pronóstico?".

"Por suerte para los coordinadores de trasplante y para las personas que están en lista de espera, en los hospitales hay personas que toman estas decisiones tan complejas", agrega la coordinadora que explica que también hay pacientes que se han sometido a trasplante varias veces pero que como tienen un algo grado de inmunidad, probablemente rechazarán todo lo que se les implante.

La profesional destaca que la decisión se toma en cada acto y según las características del donante y del receptor.

La sospecha de un donante

Cuando el hospital detecta a una persona que ha fallecido de muerte cerebral y permanece conectada a un respirador se abre la sospecha de la posible existencia de un donante y automáticamente saltan las alarmas. Tras confirmar el deceso, los coordinadores hablan con la familia. "Hay que respetar al que no quiere pero, en principio, todos somos donantes; cuando la familia no sabe si el fallecido se ha pronunciado y al preguntarles responden 'no sé, no hemos hablado de eso', podemos proceder, hay un consentimiento presunto porque la ley, que es de 1979 y muy avanzada, presupone que todos queremos ser donantes y solo nos exige que respetemos a aquel que dice 'no'; el problema es saber como ha dicho no pero jamás actuamos contra la familia, porque nuestra obligación es conseguir órganos para las personas que lo necesitan".

Estos equipos de profesionales tratan de resaltar la bondad de la donación, de convertir al fallecido en un héroe, de trasladar a la familia que su muerte servirá para salvar a otras personas, "y eso a veces crea un lugar donde agarrarse, les deja más relajados porque dentro de la desgracia hay una puerta abierta".

Los coordinadores están convencidos de que si dispusieran de un poco más de tiempo, "la mayoría de las personas diría que si". Y si esas familias pudieran conocer a los posibles receptores, " seguro que se animarían, pero claro ahí podría darse el caso del chantaje emocional y la ley lo prohibe", agrega.

Cuando se tiene el sí, lo primero es saber si los órganos de ese donante hipotético funcionan bien. Y ahí comienza la carrera contrarreloj de análisis, pruebas, ecografías... que permitirán saber si ese paciente puede trasmitir alguna infección (hepatitis, sida o cáncer) al receptor. Y cuando el donante se confirma, "lo primero que se hace es llamar a la ONT y dar las características fisonómicas como el grupo sanguíneo, medidas antropométricas como altura, peso y medida de los órganos por si hay que ajustarlos, porque no se puede poner un corazón muy pequeñito a una persona muy grande".

De hecho, con el corazón no se puede aceptar una diferencia de tamaño de más de un 20%, pero con el riñón estas diferencias no son tan relevantes. En principio y solo si surge alguna urgencia cero, los órganos que se generan en un autonomía se implantan a pacientes de ese territorio. "Cuando un enfermo cumple los criterios de urgencia cero, la ONT te obliga a dar el órgano, lo que ocurre es que a veces no es compatible y a veces coinciden dos o tres urgencias cero a la vez y hay que decidir cual es la primera".