¿Es más difícil ser hoy ministro de Trabajo o responsable de estimular el surgimiento de curas?

Cada cosa tiene lo suyo. Hoy es difícil encontrar trabajo para la gente. Y a nivel religioso no es una etapa fácil, aunque tampoco es la etapa más difícil. Me niego a aceptar el sentido derrotista y de persecución y prefiero traducir las dificultades en retos. Aunque es cierto que los jóvenes no lo tienen fácil para acoger la fe cristiana porque el ambiente no es el más propicio. Y si no es fácil vivir en cristiano, menos fácil es para un joven intuir que le está llamando Dios para el sacerdocio.

El año pasado sólo hubo cuatro ordenaciones en la diócesis de Valencia. ¿Por qué es tan difícil encontrar nuevos sacerdotes?

Por dos motivos. Uno, por el ambiente, que no ayuda. Y dos, y esto es una autocrítica, porque desde dentro de la Iglesia no sabemos ofertar lo que significa ser sacerdote. Los tiempos cambian y cada etapa requiere una respuesta diferente y una habilidad distinta para presentar el sacerdocio.

Es decir, que no saben vender bien el producto…

Por decirlo en términos laicos, no vendemos bien el producto.

¿Y qué han de cambiar?

La comunidad cristiana tenemos que revisar cómo ofrecemos el producto al mundo. Ha pasado el tiempo en que sacerdotes, religiosos y laicos cristianos iban cada uno por su cuenta. Ahora hace falta una labor conjunta. Hemos de aprender de la sociedad y trabajar más en red. Porque el tesoro es el mismo para todos: el Evangelio y el Reino de Dios.

Y han decidido que no hay que esperar a que vengan los futuros curas, sino salir a sembrar.

Sí. En el Centro de Orientación Vocacional acogemos a jóvenes con inquietud vocacional y que han sido enviados por su sacerdote o su movimiento cristiano. Los acogemos y los acompañamos en su camino de discernimiento. Pero también salimos a las parroquias, a los colegios y a los movimientos cristianos para animar e impulsar la pastoral vocacional con encuentros y convivencias. Hay que salir a alimentar las vocaciones porque ya ha pasado la era en que la Iglesia tocaba la campana y la gente acudía. Ahora hay que tomar la iniciativa y salir a buscar curas, religiosos o jóvenes que simplemente quieran ser laicos comprometidos.

¿Cuántos jóvenes tienen?

Ahora tenemos ocho jóvenes mayores de 18 años en fase de acogida y discernimiento. De momento, ninguno ha dado todavía el salto al seminario mayor.

En realidad, el centro funciona como un eslabón perdido entre la parroquia y el seminario.

Se puede leer así. El arzobispo actual ha querido retomar esta plataforma desaparecida porque era muy chocante que un joven con inquietud vocacional pasara directamente de la parroquia a hablar con el rector del seminario mayor o la priora de una congregación. Ahora hacemos de mediadores.

¿En qué consiste esa mediación?

Primero les escuchamos para saber cuánto tiempo hace que se plantean la vocación. Después se inicia un acompañamiento para discernir si la vocación es auténtica o no. Para ello les hacemos entrevistas quincenales y recorremos un itinerario. Puede que la vocación madure hacia el sacerdocio o la congregación, o ver que no hay sustrato vocacional.

¿Detectan falsas vocaciones?

Sí. Hay jóvenes que por un fracaso personal o sentimental lo pasan mal y creen de forma errónea que tienen vocación. O gente de fuera que viene sin trabajo y sin nada y pide ser cura sin vocación.

¿Ese fenómeno va a más?

Sí, sí. Por eso hay que tener cuidado y aclararles que esto no es un medio para ganarse la vida.

Precisamente eso es lo que antaño hacían muchos curas…

Sí, nosotros también hemos pasado por ahí.

¿Cree que la escasez de vocaciones se ha traducido en unos párrocos menos preparados que los de antes?

Un seminarista que se prepara para sacerdote, además de la cuestión teológica e intelectual, debe tener contacto con la realidad, con el mundo. Más concretamente, con la pobreza y la marginación. Y a veces se echa en falta [en los nuevos sacerdotes] ese contacto con la realidad. Sería deseable un mayor equilibrio.

Lo dice el cura de La Coma…

Sí. Mira, cuando te envían a La Coma, la primera pregunta de muchos curas es: «¿Qué he hecho?». Pero esa reacción no corresponde al Evangelio. Porque aquí se es más fiel al Evangelio y se puede ayudar a mejorar la dignidad de la persona, su felicidad, su realización…

¿Cree que a la Iglesia le falta más contacto con la realidad?

Depende de la mirada. Hay instituciones de l iglesia, como Cáritas, que tienen mucho contacto con la realidad y yo vivo ese compromiso desde dentro. Pero desde fuera se queda con el aparato eclesiástico, la Conferencia Episcopal… A nivel personal, me gustaría que se redujera el peso de lo institucional y se primara más la vida evangélica y el contacto con los pobres, el hambre y el paro para que así la sociedad lo percibiera.

¿Por qué vale la pena ser sacerdote?

Porque te puede ayudar a ser feliz, que es la vocación principal de todas las personas, porque la felicidad no es sólo individual. Y como sacerdote aportas a los hombres un sentido a la vida y construyes justicia, fraternidad, felicidad, paz… En definitiva, construyes Reino de Dios.

¿Y qué diría a quienes lamentan que los jóvenes que se hacen curas desperdician la vida?

Que nunca se desperdicia la vida cuando uno es útil a los demás y, además, puede aportarse mucho a sí mismo.

«No descarto que se plantee el sacerdocio femenino»

Ante la falta de vocaciones, ¿cree que es cuestión de tiempo que la Iglesia acepte el sacerdocio femenino?

Cómo le respondo a eso… Creo que antes habrá otros escalones que subir y otras puertas que abrir. Ya se han dado pasos en el Tercer Mundo con el diaconado permanente. Igual, en un futuro no muy lejano se propone el celibato opcional y no descarto que en ese momento de reflexión y actualización se plantee el sacerdocio femenino. Entre otras cosas, porque la gran protagonista de la vida eclesial es la mujer.

Ella es la que arrastra a los maridos a misa, la que participa en la liturgia, la que es catequista, la que colabora en Cáritas, la que dinamiza las comunidades cristianas… Por ello, entiendo que la Iglesia tendrá que ir avanzando en torno al papel de la mujer en la Iglesia. La apertura tiene que continuar y en algún momento se planteará el sacerdocio femenino.

Su centro trabaja con los jóvenes. Me gustaría conocer su opinión sobre los casos de abusos que afectan a la Iglesia.

Es un tema muy delicado. Cuando aparece algún caso de pederastia en la Iglesia, los primeros que nos entristecemos somos los sacerdotes porque parece, a ojos de la sociedad, que todos somos iguales. En este sentido, el papa ha sido muy claro y tiene que serlo. Pero también es cierto que los medios de comunicación hablan más de un presunto caso de abusos que de todo el trabajo que hacemos los 800 sacerdotes de la Iglesia valenciana. Insisto: esos casos me producen mucha tristeza, pero me reafirmo en que la Iglesia hace una labor social con los niños y jóvenes que se queda en el ámbito de lo invisible a ojos de los medios.