­Los socialistas valencianos iniciaron en 1995, cuando dejaron la Generalitat, una larga travesía del desierto que a día de hoy, casi 17 años más tarde, no sólo no ha terminado sino que parece todavía lejos de acabar. Con la decisión de Joan Lerma de abandonar la cúpula del PSPV tras la derrota en las elecciones generales de 1996, el socialismo de la Comunidad afrontaba un proceso traumático que culminó con el congreso celebrado en la Universitat Politécnica de Valencia un año más tarde.

José María Pajín, el hombre que venía de cosechar en los comicios locales de dos años antes el peor resultado de la historia de los socialistas en Benidorm con apenas siete concejales, «manejaba» en la provincia de Alicante los hilos de la candidatura de Joan Romero, el líder del Movimiento por el Cambio y, a la postre, el que tomó las riendas del PSPV tras vencer por tan solo tres papeletas de diferencia al recordado Antonio Moreno.

En la foto de familia de aquella ejecutiva, sin embargo, casi nadie reparó en una joven llamada Leire Pajín (San Sebastián, 1976) que, con apenas 20 años, se colocaba en la cúpula del PSPV. Fue casi de rebote. Chema, como todos en las filas socialistas conocen al padre de Leire, estaba destinado a ser el «número tres» de la nueva dirección como secretario de Organización. Pero en aquel proceso, como con posterioridad, se granjeó demasiadas enemistades y, finalmente, Romero confió el mando del «aparato» del PSPV a Joan Ignasi Pla. Para compensar, Leire Pajín se colocó en aquella ejecutiva que «murió» a las puertas de las autonómicas de 1999 con la dimisión de Joan Romero.

Leire Pajín, afiliada a Juventudes Socialistas con 15 años, había hecho carrera como dirigente estudiantil en la Universidad de Alicante, donde cursaba Sociología. Fue presidenta de la Asociación de Estudiantes Campus Jove, miembro del claustro de su facultad, secretaria de Educación del Consejo de la Juventud en Alicante... Y de ahí a las listas del PSOE sólo había un paso. No tuvo que esperar mucho. Fue elegida en 2000 diputada en el Congreso por Alicante y se convirtió, de esa manera, en la parlamentaria más jóven con apenas 23 años.

El descalabro electoral de los socialistas abrió la batalla por la sucesión en el partido. Y Leire Pajín estaba en el sitio justo, en el momento adecuado. Se integró en Nueva Vía, la plataforma que aupó a José Luis Rodríguez Zapatero al estrellato socialista, y se situó como secretaria de Movimientos Sociales del PSOE en una ejecutiva de la que, igualmente y entre otros, formaba parte una joven llamada Carme Chacón. A Zapatero, que en su día también fue el diputado más joven, le fascinó la energía -en ocasiones, excesiva- que transmitía la «benjamina» de Nueva Vía.

De hecho, la amistad de Zapatero con la familia Pajín, convertida en un punto de referencia de la complicada vida interna del PSPV, propició que el nuevo líder socialista protagonizara su primer acto político tras su elección en un restaurante de Benidorm, agrupación socialista que el padre y la madre de Leire, Chema y Maite Iraola, controlaban hasta el punto de sucederse al frente de la dirección local.

Desde entonces, bajo el manto protector de Zapatero, todo fue subir y subir... Su intensa dedicación desde el PSOE a los colectivos sociales y a las ONGs en una legislatura tan agitada como la segunda del Gobierno de José María Aznar (2000-2004) supuso el gran salto político de Leire Pajín. Le correspondió coordinar la acción de los socialistas en un momento de tanta movilización política como la respuesta ciudadana en la calle contra la guerra de Irak en la primavera de 2003. Zapatero llegó en 2004 a la presidencia del Gobierno y a nadie le sorprendió que Pajín, que había liderado la candidatura socialista por Alicante en aquellos comicios, pasará a ocupar la secretaría de Estado de Cooperación. De la pancarta y la acción en la calle, pasó a gestionar un presupuesto cercano a los 2.400 millones anuales. El puesto le venía como anillo al dedo. No en vano, Leire Pajín es una persona muy comprometida con el desarrollo de las políticas de solidaridad.

Pero algo empezaba a fallar. En parte su creciente influencia sobre Zapatero, en parte algunos gestos de su labor política en Madrid, en parte su participación en los enredos del socialismo valenciano, en parte un carácter que, en ocasiones, transmite una cierta agresividad, empezaron a generar recelos en el PSOE y una cierta contestación ciudadana, dos elementos que se acentuarían todavía más durante su etapa en la secretaría de Organización y en el Ministerio de Sanidad. Con las elecciones de 2008, llegó el momento cumbre y, a la vez, el principio del fin. Pajín renovó su escaño por Alicante -era la número dos de la lista que lideraba Bernat Soria-, que dejó para volver a tomar las riendas de Cooperación. Sería un destitan sólo para unos meses.

En julio de 2008, Zapatero necesitaba responder a la decisión de Mariano Rajoy de situar a María Dolores de Cospedal como número dos del PP. Y recurrió a Pajín para suceder a José Blanco -ascendido a número dos del PSOE- al frente de la secretaría de Organización, un puesto clave en el engranaje socialista. Y crecieron los problemas.

Le tocó, en su condición de portavoz de la ejecutiva, la etapa más difícil de Zapatero con el arranque de la crisis económica pero, sobre todo, con la moción de censura de Benidorm, después de que los concejales, entre ellos su madre y en medio de un escándalo de calibre estatal, se dieran de baja del PSOE y firmaran una moción de censura con un tránsfuga del PP contra el criterio del líder del PSPV, Jorge Alarte, enfrentado a Pajín; y con la batalla en las primarias de Madrid.

Quemada en apenas 28 meses de mandato, Zapatero, presionado por los notables del PSOE que querían más experiencia para afrontas los siguientes procesos electorales, salió al rescate y la nombró Ministra de Sanidad en octubre de 2010. Una patada hacia arriba para la que había sido la secretaria de Organización más breve de la historia socialista. Con la derrota del PSOE el pasado 20-N y el veto de Rubalcaba tras volcarse en su apuesta por Chacón, Leire Pajín se ha quedado como una simple diputada de a pie y con un futuro político, cuando menos, bastante incierto.