Hubo un tiempo en el que la mera alusión al nombre de Eduardo Zaplana provocaba sarpulllidos en el Palau de la Generalitat. El exministro y exjefe del Consell se convirtió en los tiempos de Francisco Camps en persona non grata en la Comunitat Valenciana. El enfrentamiento entre ambos llegó a límites insospechables y, todavía hoy, los más ultras de ambos lados siguen viendo al fantasma del otro cuando tienen problemas . La relación de Zaplana con el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, nada tiene que ver con la situación descrita, más bien es la contraria. Zaplana y Fabra mantienen una relación fluida, se ven con frecuencia, aunque hay pocos testimonios gráficos de su sintonía. Ayer fue uno de esos momentos. Zaplana abrió las puertas de su casa a Fabra, quien acompañado por el Consell al completo y la plana mayor del PPCV, viajó a la capital para pronunciar una conferencia el Club siglo XXI. La acogida fue indisimuladamente cariñosa, aunque la organización no pudo sentar a ningún ministro. Se descolgó en el último momento el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. Con todo, si Zaplana buscaba demostrar que él es ahora una puerta de entrada al Palau, cumplió su objetivo.

El exministro presentó a Fabra como un político preparado, por su experiencia «nada despreciable» como concejal y luego alcalde de Castelló e hizo hincapié en las dificultades que ha tenido su mandato: «Gobernar nunca es sencillo, hacerlo en un territorio complejo desde el punto de vista cultural y político como es la Comunitat, menos aún». «Peor es -añadió- con la crisis económica e institucional que tuvo que afrontar Fabra». Zaplana terminó su presentación animándole a «centrarse en los asuntos importantes» y le deseó «éxito porque su éxito es el de todo la Comunitat». Y se mostró convencido de que conseguirá el respaldo de los valencianos.

Fabra le devolvió los elogios al subrayar que el exministro fue «el primer presidente de la Comunitat Valencian del PP» y con él «iniciamos las transformación de nuestra tierra hacia el crecimiento y la modernidad». Fue el arranque de una intervención en la que tenía preparada un par de anuncios con recorrido. Con la propuesta de reducción de diputados casi en vía muerta, Fabra trató ayer de recuperar la agenda política con la propuesta de un cambio en el sistema electoral autonómico «que permita a los ciudadanos la elección directa de, al menos, un diputado en cada una de las comarcas o partidos judiciales». La idea, según explicó es que un tercio como mínimo de los diputados de la cámara sea elegido directamente. La propuesta de Fabra recuerda la que hace años abanderó Francisco Camps, quien propuso circunscripciones electorales para elegir a los diputados en las Corts. La iniciativa no llegó ni a debatirse ya que la oposición vio en ella un intento de favorecer a su propio partido, ya que este tipo de sistemas favorecen sobre todo a las formaciones más votadas. Para cambiar la ley electoral es necesario dos tercos de la cámara. El propio Fabra, a preguntas posteriores del público, reconoció que era «complicado» que su anuncio se cumpliera, ya que no dependía de su gestión directa.

El presidente habló también de habilitar en las Corts periodos de participación ciudadana durante las llamadas vacaciones parlamentarias. El objetivo, dijo, es que los ciudadanos, a través de las asociaciones, asistan a las Corts para que los grupos parlamentarios puedan recabar su opinión sobre iniciativas legislativas. La propuesta de Fabra es una enmienda a la totalidad a su propio grupo que de manera sistemática ha vetado dar voz en las Corts a estos colectivos. Con todo, la reforma del reglamento de las Corts que propone a Fabra le permite también salir al paso de las críticas recibidas por los extensos periodos de vacaciones de los diputados.