Joaquim Rueda sueña con ser médico, Amparo Caballer quiere estudiar Comunicación Audiovisual, a Anna Solsona le gustaría ser arquitecta, a David Salvador maestro de Infantil y Criminología es la carrera sobre la que Mª Carmen Cisneros planea construir su futuro. Beatriz Sebastián y Brisa Pérez aún no lo tienen claro, pero entre sus prioridades están Comunicación Audiovisual y Derecho.

Estos siete jóvenes que acaban de terminar segundo de Bachillerato en el Instituto público de Educación Secundaria (IES) Benicalap de Valencia forman parte de los 19.942 estudiantes de la Comunitat, la gran mayoría de la generación de 1998, que el martes se van a enfrentar a la última selectividad de la historia. El 7 de junio arrancan los tres días de exámenes de la convocatoria ordinaria de las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU), y el 5 del próximo mes lo hará la convocatoria extraordinaria, que desde 2013 se cambió de septiembre a julio.

El calendario de implantación de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de Educación (Lomce) determina que el próximo año ya no habrá selectivo. Lo sustituirá el examen de reválida de Bachillerato, que sólo en esta primera convocatoria no será necesario aprobar para obtener el título pero su nota si que influirá en el acceso a la universidad.

A la incógnita de que el Gobierno, que lleva todo el curso en funciones, aún no haya definido cómo será esa reválida, se suma que la Lomce permite a las universidades crear sus propias pruebas de admisión para cada titulación.

Por tanto, en el ambiente que se re respira en las aulas de los institutos en estos días previos a la última selectividad se mezcla, la angustia de quienes apuran sus últimos días de hacer codos para una prueba que va a determinar el rumbo de sus vidas, con el desasosiego de los docentes ante la incertidumbre del próximo curso.

«Es todo una nebulosa»

Jordi Albero, profesor de Economía del IES Benicalap, resume la desorientación actual: «Es todo una nebulosa, pues no sabemos qué va a pasar el próximo año y tanto desconcierto preocupa, pues 2.º de Bachillerato es un curso que focaliza todo en la PAU, en sus contenidos y el tipo de examen». «Nosotros entrenamos a los alumnos para superar unas pruebas de acuerdo a unos criterios y contenidos, por tanto necesitamos un marco para saber por dónde vamos», añade Empar Busó, profesora de Valencià.

El coordinador de Bachillerato del IES Benicalap, José Antonio Cano, considera que el Ministerio de Educación «debería mantener un curso más la actual selectividad, pues con su retraso en la definición de la revalida está incumpliendo la ley». «La norma establece que cuando un alumno empieza 1.º de Bachillerato debe elegir materias optativas y para ello tiene que tener claro cómo será la prueba», dice.

«La incertidumbre es absoluta y completa en las reuniones de coordinación de las PAU: las ponderaciones de las asignaturas no están claras, ahora en la selectividad no entran materias de primer curso, en la reválida sí...», lamenta este profesor de Castellano. La preocupación crece porque los alumnos de primero han escogido ahora las optativas de segundo de acuerdo con un marco que no vale para el próximo año. La ponderación consiste en que la puntuación obtenida en la fase específica de las PAU en cada asignatura de modalidad, dependiendo de la carrera a la que se opte, se multiplica por 0,1 o 0,2.

«Lo ven como un muro»

Los nervios son el principal enemigo de los jóvenes que el martes encaran el selectivo. «Van afrontar el reto más importante de sus vidas hasta ahora y lo ven como un muro a pesar de que lo difícil ya lo han hecho, que es aprobar el Bachillerato», relata Jordi Albero. El problema llega cuando se aspira a las carreras más demandadas, como Medicina, y te quedas fuera por unas décimas. «Siempre aconsejamos a los alumnos que tengan un plan B por si no pueden entrar en el grado que prefieren, pues si no la frustración es muy alta. Siempre hay otros caminos para alcanzar tus metas», explica Empar Busó.

Los estudiantes, que desde el 20 de mayo no tienen clase, van al instituto a resolver dudas. Su principal miedo es «la falta de tiempo», apunta Beatriz Sebastián y asienten el resto de sus compañeros. Se les hacen cortos los 90 minutos que tienen para cada uno de los 9 exámenes que pueden llegar a hacer: los 5 obligatorios de la fase general más los 4 voluntarios de la específica. Lo normal es acumular entre 7 y 8.

José Antonio Cano subraya que los profesores que vigilan las pruebas «son inflexibles en el tiempo». «Es un problema que la mayoría sean docentes universitarios, pues están muy alejados de las necesidades de los alumnos», lamenta. Otra queja es que tres días son muy pocos. «Se acaba muy tarde y apenas tienes tiempo de estudiar entre un día y otro», relata Anna Solsona. Brisa Pérez cree que se tendría que «poner un fin de semana por el medio para así tener más tiempo de repasar». Las PAU comenzaron con cuatro días, pero en 2002 se quedaron en tres al coincidir con la huelga general del 20 de junio y ya nunca se recuperó el día perdido.

Recuperar el cuarto día perdido

«Estaría bien volver a los cuatro días, e incluso cinco, pues ahora hay alumnos que tienen hasta siete exámenes concentrados en dos días, con muy poco tiempo entre prueba y prueba», sostiene Cano. Aunque la norma dice que debe haber 45 minutos de descanso, «el tiempo real es de un cuarto de hora pues los alumnos deben estar 30 minutos antes frente a la puerta del aula para ser llamados».

Otro ogro es el examen de castellano, que suma a los nervios de ser el primero la dificultad del comentario de texto. «Tenemos que mentalizarnos de que si nos sale mal no nos puede condicionar el resto del selectivo», dice Amparo Caballer.

José Antonio Cano incide en que el comentario de texto «es la prueba más valiosa para medir la madurez de un alumno». Tras el miedo al comentario hay un evidente problema de comprensión lectora. «El problema es que no entienden los textos porque no leen artículos de divulgación ni tampoco de opinión», concluye Empar Busó.