Su jefa es Mónica Oltra, de Compromís. ¿Cómo es la relación entre ambas?
Nos conocíamos pero no nos habían presentado. Cuando vine el viernes pasado a hablar con Anaïs Menguzzato para que me pusiera al día hablé también con Oltra y fue muy bien. Me dijo que disfrutara haciendo este trabajo. No soy del mismo partido que ella, pero tenemos que convivir, así que espero poder ayudar a tirar adelante esta conselleria. Hay muchas cosas interesantes que hacer.
¿Ya le ha puesto deberes? ¿Qué espera de usted?
De momento no me ha puesto deberes. Me están dando margen para que aterrice. Llevo toda la semana de toma de contacto, empapándome de toda la información. Tengo la cabeza en ebullición desde entonces.
Su traslado a la dirección general en Valencia ha desencadenado la vuelta al Congreso de Ciprià Císcar. ¿Cree que ese era el motivo final de su nombramiento?
Me hubiera chocado más que hubieran colocado a Císcar en el Instituto de las Mujeres —ríe—. No, fuera de bromas, él iba el siguiente en la lista, así que si algún diputado se hubiera ido a un hipotético gobierno socialista, la lista hubiera corrido. Era el número cuatro, un candidato como el resto. Estaba claro que cualquier movimiento tanto en la Generalitat como en Madrid conllevaba su entrada. Nosotros somos un partido que además de las listas cremallera, también queremos ser intergeneracionales. Compaginamos la juventud y la veteranía, la experiencia y la paciencia. Espero que haga una gran labor. Ahora a mí me toca otro papel, en el que espero ser útil.
¿Cómo ve el futuro?
En septiembre me encantaría inscribirme en el programa de doctorado, porque pienso que es importante no perder el hilo con el mundo que hay fuera de la política. Sé que esto absorbe mucho y la vida puede dar muchas vueltas, conmigo lo ha hecho en nueve meses.
