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Día de las personas discapacitadas

"Ser discapacitado y tener trabajo es como si te tocara la lotería"

La vida de Javier Duro cambió hace 15 años cuando encontró un trabajo como limpiador tras ser rechazado en varias empresas por su discapacidad

Javier Duro, ante el edificio donde trabaja. f. bustamante

Es responsable, puntual y productivo. Está motivado y se adapta a las circunstancias. No pone pegas y es buen compañero. Le encantaría tener mejor sueldo y un horario compatible con el resto de los mortales, pero ni se queja ni da problemas. Va contento a trabajar. Podría ser el «empleado del mes» que querría cualquier empresa. Sin embargo, tiene una discapacidad (la que sea) y eso ya es motivo de rechazo. ¿Contratar a una persona con discapacidad? "Mmm... Tal vez en otro momento". Esa es la respuesta habitual. De hecho, sólo una de cada cuatro personas con discapacidad tiene un empleo.

El colectivo lleva años denunciando las dificultades reales a las que se enfrentan a diario estas personas para acceder al mercado laboral. El trabajo, sin embargo, es clave para conseguir su autonomía personal. Javier Duro lo sabe bien. Ni se imagina como sería su vida sin su sueldo mensual de 860 euros. No es la excepción que confirma la regla, pero casi. Trabaja desde hace 15 años para la empresa GrupoSifu. Un antes y un después en su vida.

Javier tiene 45 años y una discapacidad del 65% tras sufrir una hemiparesia posparto. Estudió en un colegio «especial» en Torrent y se formó como jardinero en las Escuelas Profesionales San José. A los 23 años había completado su formación y comenzó su periplo para conseguir un empleo. Repartió publicidad sin un contrato de por medio. Luego lo emplearon en una empresa de alimentación para hacer lo propio, pero, en más de una ocasión, le hicieron sentir «como un bicho raro». Muchos le cerraron la puerta. Un discapacitado intelectual no se ajustaba al perfil. La vida de Javier cambió el 9 de abril de 2001. Ese día firmó un contrato con la empresa en la que trabaja desde hace 15 años: el Grupo SIFU.

En este centro especial de empleo -en el que trabajan más de 600 discapacitados en la Comunitat Valenciana en limpieza, jardinería y como auxiliares- Javier ha estado en varias empresas. Siempre como empleado de limpieza. «He intentado no quejarme, aunque me tocara turno de tardes o tuviera que ir a trabajar en domingo a Burjassot, cuando no hay tranvía y debía ir en bici y andando, solo, a las 5 de la madrugada y muerto de miedo. No me he quejado pero sí he dicho que, cuando pudieran, me ofertaran algo mejor. Y así fue. Poco a poco fui mejorando y ahora estoy muy feliz porque tengo turno de mañana, que es lo que quería», afirma Javier. Extrovertido y luchador, Javier habla por los codos. Explica sus funciones diarias en un edificio situado en la avenida de Francia, donde trabaja «en equipo y coordinado» junto a cuatro compañeros.

El gerente del Grupo SIFU, Salvador Cintas, afirma que los mínimos que exige la ley para contratar a personas con diversidad funcional «no se cumplen. La Administración no debería licitar ningún concurso público a empresas que no cumplan con el mínimo de contratos a personas discapacitadas que marca la ley. Ese podría ser un principio y un incentivo porque los empresarios ven la discapacidad con desconocimiento y desconfianza, incluso con temor sin saber que ahí tienen empleados que son tan trabajadores y capaces como cualquier otro», asegura.

La trabajadora social del Grupo SIFU en Valencia, Verónica Rubio, explica que en el centro especial de empleo adaptan «el perfil de los trabajadores a los puestos ofertados y realizamos un seguimiento del trabajo y de su entorno. Porque todos somos discapacitados, o menos capaces de hacer unas cosas que otras». El trabajo, además, es clave para la autonomía personal de cualquiera. Discapacitado o no. Sino que se lo digan a Javier. «Este fin de semana me voy a Madrid a ver un musical... A ver cómo lo haría si no tuviera trabajo. Por no decir que ayudo en casa a pagar las facturas y que no tengo que pedirle nada a nadie», resalta.

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