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Análisis

El traumático adiós al viejo PP

Bonig y Ortiz se emocionan al subrayar su pelea por por limpiar la siglas de la corrupción - Solo Rita Barberá y Fabra se cuela en un legado contaminado

Isabel Bonig es una mujer fuerte y combativa. Pero la Thatcher de la Vall d´Uixò (como ella misma se autocalifica) no está hecha de hierro ni de acero. Ayer, en el arranque del congreso, no pudo evitar emocionarse mientras escuchaba la intervención de su lugarteniente, Eva Ortiz. También a ella se le quebró la voz cuando ponía en valor la travesía en el desierto que ambas han vivido desde que cogieron las riendas del partido. Y la emoción no provenía del trauma que ha supuesto a la organización perder todo el poder tras veinte años de mayorías absolutas.

El huracán de la corrupción se ha llevado por delante a prácticamente todo aquel que fue alguien en el PPCV en los últimos años, tanto que ayer sólo el expresidente Alberto Fabra pudo pasearse sin problemas por el Palau de Congressos. El legado del PPCV ha quedado engullido y Bonig y Ortiz han tenido que lidiar con esta nueva etapa en la que el pasado resulta molesto. El drama para la presidenta del PPCV es que el camino elegido para limpiar las siglas la ha obligado a pasar por encima de lazos personales, como los que mantenía con la exalcaldesa de València, Rita Barberá, la ausente presente de este congreso. Ayer, en los pasillos, una escena se repetía cuando coincidían representantes de la nueva generación de populares y la antigua. «Aquí el viejo PP», comentaban los históricos echando mano del humor pero también con el poso de la nostalgia por los tiempos gloriosos.

Quizás para tender puentes entre lo nuevo y lo viejo, Bonig eligió ayer como árbitro del congreso a Esteban González Pons. Fue el primero del día que citó a Barberá, pero se cuidó de no aludir a otros que en el pasado lo fueron todo, excepto a Alberto Fabra, que acabó siendo el seguno homenajeado de la noche hasta por Cospedal, que siempre lo ninguneó. Ni alusión a Zaplana, ni a Camps, ni a Olivas. Pons optó por valores seguros: Emilio Attard, Abril Martorell, Manuel Broseta. Se le coló González Lizondo. O no. Con su electorado, el PP tocó el cielo de la mayoría absoluta.

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