«Santa Pola, un pueblo en el que voluntariamente he ejercido como registrador de la propiedad, en donde si Dios no lo impide volveré a hacerlo tras el paréntesis que significa en mi vida la dedicación a los asuntos públicos». Así cerró, con una frase que ahora parece premonitoria, Mariano Rajoy el pregón de las fiestas de la villa en 2004 (el segundo que ha dado allí, ya que también pronunció el de 1991, invitado por alcaldes del PP, Miguel Zaragoza y Pascual Orts).

Mucho se ha hablado de Rajoy y Santa Pola, donde sólo ejerció algo más de dos años y donde nunca llegó a vivir (lo hacía en un hotel de Alicante), pero allí ha mantenido su plaza 28 años, de la mano de Francisco Riquelme, quien lo sustituye desde entonces compaginándolo con su titularidad en uno de los registros de Elx, en una situación que se denomina «registrador accidental permanente», al amparo de los artículos 552 del Reglamento Hipotecaria y 287 de la Ley Hipotecaria. Riquelme y Rajoy fueron compañeros de carrera y oposiciones y les une una gran amistad. De hecho, Riquelme ha salido en defensa de ambos, incluso, en los tribunales, cuando un letrado murciano, José Luis Mazón, les acusó de repartirse los beneficios del registro y tildó de ilegal la situación en que Rajoy mantenía su plaza. El Supremo le condenó al pago de 18.000 euros por intromisión en el honor de Riquelme.

Nadie sabe cómo Rajoy, quien con 24 años fue el registrador más joven de España, acabó en Santa Pola tras pasar por Padrón y Villafranca del Bierzo, pero lo cierto es que allí sigue; probablemente, porque desde que se marchó no ha hecho otra cosa más que estar en primera línea de la política, y algo de morriña debe tener de aquellos paseos por la playa porque en junio de 2016 volvió para abrir allí su campaña. Y ahora sí, si deja la política, tendra que volver o renunciar.