Un asesino machista perfectamente manipulador que habría tratado de borrar todo rastro de su crimen o un marido acusado injustamente de la muerte de su amada esposa. No hay término medio en el asesinato de Pilar Garrido, la valenciana de 34 años hallada muerta el 26 de julio del pasado año en el estado mexicano de Tamaulipas, a unos diez kilómetros del lugar en el que, según la versión que sigue manteniendo el acusado, tres jóvenes armados la secuestraron 24 días antes cuando regresaban de pasar un fin de semana en la playa junto a su hijo de un año.

Jorge F. G., criminólogo y con conocimientos del funcionamiento de la policía debido a su profesión como instructor, se acogió ayer a su derecho a no declarar en la primera sesión del juicio que se celebra justo un año después de que fueran hallados los restos óseos de su esposa. El acusado, que se enfrenta a una petición de pena de 50 años, el máximo contemplado por la Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas, ha preferido escuchar previamente a los testigos y las distintas pruebas que haya contra él para dar finalmente su versión, eludiendo así la posibilidad de incurrir en contradicciones ante las preguntas de la acusación.

«Ha decidido no declarar pero podría hacerlo en cualquier momento», aseguró el abogado de la defensa, Martín Lozano, restando importancia a esta circunstancia y remarcando que no hay pruebas contra su cliente. «Lo único en lo que basan la acusación es que fue la última persona que estuvo con ella, pero nadie le vio matarla y la autopsia no ha podido determinar la causa exacta de la muerte», argumenta el letrado defensor.

Murió estrangulada

Si bien el primer informe de autopsia determinaba que «ante la ausencia de tejido muscular, ni de órganos torácicos y abdominales no es posible establecer las causas de la muerte», fijando la data aproximada del fallecimiento entre 20 y 30 días antes del hallazgo. Según ha podido corroborar este periódico, el informe pericial en antropología forense sí que aprecia traumatismos perimortem (ocasionados durante la muerte), como fractura de huesos nasales y un golpe en el cráneo, provocado por un objeto contundente, romo sin bordes o filos. Asimismo, la coloración rosa de los dientes apunta a una muerte de tipo violento y la fractura del hueso hioides permitió establecer «como posible causa de la muerte la asfixia mecánica en su variedad de estrangulamiento».

Para tratar de justificar esta lesión que presentaba en la nariz, la defensa del acusado ha aportado una prueba de una operación de remodelación estética que se realizó la víctima tres años antes. De igual modo, ante la negativa a aceptar que Pilar murió estrangulada, como así apunta el informe de los antropólogos, la defensa cuenta con otro informe de parte elaborado por miembros de la Universidad Complutense de Madrid que desmonta dicha posibilidad.

Una de las pruebas en las que se basa su defensa es el posicionamiento del teléfono móvil de Pilar después de su desaparición. Un mensaje fue enviado a las 23.36 horas desde el teléfono de la víctima. A esa hora Jorge se encontraba prestando declaración en la Coordinación Estatal Antisecuestro.

«Parecían una bonita pareja»

Durante la primera sesión del juicio prestaron declaración seis testigos, entre ellos personas que coincidieron con la pareja ese fin de semana en la localidad de La Pesca y quienes aseguraron no haber presenciado discusión alguna entre ellos. «Parecían una bonita pareja», manifestó uno de los testigos que habló con ellos en un restaurante y a quien le comentaron que tenían intención de vender sus propiedades en México para marcharse definitivamente a vivir a España junto a su pequeño.

Por su parte, la familia de Pilar Garrido prefiere mantenerse al margen mientras prosigue el juicio contra su yerno y presunto asesino. «Antes luchaba por algo, ahora solo quiero proteger a los niños, no volver a revivir todo el dolor y que se sepa algún día toda la verdad. A mi hermana ya no me la van a devolver».