«La idea es que los profesores de instituto puedan tener una impresora de bacterias en clase para que los alumnos pasen de la teoría a la práctica y aprendan in situ a modificar organismos genéticamente, empezando por lo básico: añadir fluorescencia a una bacteria o un aroma a menta. Y que, con ello, pierdan el miedo a la biología sintética», explica Roger Monfort. «Pero tiene más aplicaciones. Printeria permite al bioartista producir sus propias materias primas a partir de organismos vivos. En el bioarte se utilizan bacterias, tejidos, cultivos...»