Las diecisiete estaciones que median entre Delicias y Estació del Nord convierten el trayecto ferroviario Zaragoza-Teruel-València, y viceversa, en un tortuoso traqueteo de algo más de cinco horas en el que el viajero tiene la sensación de haber retrocedido en el tiempo. En uno de los vagones solo hay tres pasajeros. Se trata de un joven que parece estudiante y ha subido en Zaragoza. Es jueves por la tarde y tal vez regresa a València a pasar el fin de semana. Completan el aforo una señora mayor pegada al móvil y una periodista que, por desajustes de agenda, ha tenido que renunciar al billete del AVE Madrid-València. Se ha visto obligada a viajar de Logroño a Zaragoza en un bus y la única alternativa para regresar a València era un tren, éste, cuyas reivindicaciones de mejora podrían hacerse realidad - al fin- tras repescar la Unión Europea la conexión Zaragoza/Atlántico por Sagunt y Teruel.

Al abandonar Delicias-Zaragoza, se suceden estaciones como Arañales de Muel, Cariñena, Encinacorba, Villarreal de Huerva, Badules, Calamocha-Nueva, Caminreal-Fuentes Claras, Torrijo del Campo, Monreal del Campo, Santa Eulalia del Campo, Cella.... Algunas de ellas, hasta trece, son facultativas, como se encarga de recordar la megafonía. Si hay algún usuario que lo solicita, se para. En algún momento vienen a la mente aquellas imágenes de un tractor que circulaba más veloz que el propio tren a la altura del municipio de Navarrete. Un tramo por el que el ferrocarril transita a apenas veinte kilómetros por hora. Se entiende la petición que en su día hizo Aragón para que se suprimieran las paradas entre Calamocha y Villarreal de Huerva. Alcanzado Teruel, puede verse un poco más de trasiego de pasajeros. Mínimo, eso sí. Han pasado casi tres horas, invertidas en cubrir una distancia que el autobús salva en una. Lógico que este tren cada día se vacíe un poco más.

Cuatro viajeros en un vagón

A la altura de Segorbe, cuando ya han transcurrido unas cuatro horas, se incorpora una viajera al vagón. Cuatro en total. No hay necesidad de sentarse cerca de nadie, por lo que el síndrome de la clase turista por falta de espacio no es fácil que se dé aquí. Comprensibles las quejas reiteradas de empresarios y sociedad civil de la Comunitat Valenciana y Aragón, reclamando a Fomento la mejora de una línea, en vía única, salpicada de limitaciones de velocidad y carga, sin electrificar y con radios de curva que dificultan la circulación. De ahí la presión política para que la Eurocámara fije como prioritaria la financiación de un tramo tan desfasado en todo. Sería el primer paso hacia una locomoción del siglo XXI. El tren llega cinco minutos más tarde de lo previsto a València. El viajero más joven, lejos de indignarse, casi lo celebra. «Lo normal es que llegue con mucho retraso», suelta con retranca de veterano.