Más de tres décadas después de que la operación ferroviaria y urbanística del Parc Central empezara a fraguarse, el pasado 17 de diciembre se abrió al público la primera parte del jardín, un oasis entre vías ferroviarias y autopistas urbanas de coches. Con el sello de la prestigiosa paisajista norteamericana Kathryn Gustafson, el jardín ha cambiado radicalmente la imagen de esta zona de la ciudad mejorando la vertebración de los barrios de Malilla y Russafa. Aunque incompleto y pendiente del soterramiento definitivo de la playa de vías, el jardín de 110.000 metros cuadrados (el 40%) donde se han recuperado antiguos talleres y naves ferroviarias se ha convertido ya en un atractivo para familias, deportistas, personas mayores y turistas.

El Parc Central es una operación de gran transcendencia para la ciudad que se empezó a gestar en época de la alcaldesa socialista Clementina Ródenas, con un diseño fruto de un concurso de ideas internacional impulsado por la fallecida Rita Barberá y cuya primera parte ha sido puesta en servicio por el gobierno tripartido de Joan Ribó.

El soterramiento de las vías y la construcción de una nueva estación central pasante permitirá la comunicación entre los barrios situados a ambos lados del cinturón de hierro, la renovación de la calle de San Vicente, la construcción del bulevar García Lorca, la desaparición del obsoleto Scalextric y la unión en superficie de las avenidas de Peris y Valero y Giorgeta, así como la supresión del túnel de las grandes vías de Germanías y de Ramón y Cajal, y la consecución de un nuevo pulmón verde de 23 hectáreas. Esa será la culminación de un proyecto que, como ya hizo el jardín del Turia, redefinirá la ciudad.