En casa de Alicia apenas entran unos 600 euros al mes. Son cinco bocas que alimentar. Y solo de luz paga unos 90 euros mensuales. Es decir, 1.080 anuales, lo que supone ya no un pellizco, sino un buen bocado a sus cuentas domésticas. Ese gasto se había convertido en una pesadilla constante... hasta ahora, que gracias a Cruz Roja y la Escuela de Energía de la Fundación Naturgy, ha descubierto cómo puede reducir en buena medida esa factura, en alrededor de 400 euros anuales en su caso, que pueden aliviar en cierto modo su delicada situación económica.

«La gran desconocida». Con este sobrenombre se refiere Lidia Chillarón, que ha impartido más de una veintena de estos talleres, a la factura energética. En sus clases desgrana las claves de estos enrevesados recibos para conseguir que, sobre todo aquellos que pasan por mayores dificultades económicas, puedan ahorrarse unos euros... que a veces se cuentan por centenares.

Con solo revisar qué se tiene contratado y descubrir a qué ayudas se pueden acceder, los usuarios pueden reducir considerablemente su gasto energético. Y todo ello sin ni siquiera cambiar los hábitos de consumo, que por lo general también son mejorables.

Según indica Chillarón, hay tres aspectos a tener en cuenta del recibo para poder adelgazar la factura energética: la potencia contratada, la energía que se consume y el alquiler del contador.

La potencia contratada consiste en la cantidad de kilovatios que se pueden emplear a la vez dentro de un mismo hogar. Una vez sean superados saltan los plomos, por lo que se debe desconectar algún aparato o electrodoméstico que se encontraba en funcionamiento.

Cada consumidor contrata una potencia concreta, que presenta una cuota fija. Es decir, aunque el usuario se vaya de vacaciones y lo desconecte todo en su casa, seguirá pagando esa potencia contratada. Ante ello, Chillarón mantiene que con una potencia contratada de 3,5 kilovatios es suficiente para el funcionamiento de un hogar medio. Por cada kilovatio de más que se tenga contratado, el consumidor pagará unos 50 euros de más al año.

En segundo lugar se encuentra el precio facturado por cada kilovatio consumido. Ahí, según incide Chillarón, es importante conocer con qué comercializadora se ha contratado, si es libre o de referencia. «Las de referencia ofrecen unos precios designados por el Estado, mientras que las libres suelen tenerlos más altos», revela. Es más, habitualmente, cada compañía tiene una comercializadora de cada tipo, por lo que es conveniente asegurarse con cuál se ha contratado el servicio. El precio ha de situarse entre los 13 o 14 céntimos por kilovatio, advierte Chillarón.

El tipo de tarifa

En este sentido también es relevante el tipo de tarifa que se ha contratado, si es 2.0A (mismo precio durante todo el día) o 2.0DHA (más cara durante el día y más barata por la noche). «Por lo general es mejor tener una tarifa diferenciada entre día y noche», asegura Chillarón.

Estos contratos permiten pagar un precio ostensiblemente menor por el kilovatio consumido entre las 23 y las 13 horas en horario de verano y entre las 22 y las 12 en el de invierno, por lo que la reducción del coste no es estrictamente nocturna, lo que favorece al usuario. «Además, es más lo que baja el precio por la noche que lo que sube de día», añade. «Aunque el cambio supone un coste de 10 euros, el ahorro puede ser de unos 70 euros al año», asevera.

Aunque a menudo apenas se es consciente de ello, hay que sumar el alquiler del contador, que debe encontrarse entre 0,70 y 1,20 euros mensuales. «Parece un tema menor, pero no lo es. A veces nos hemos encontrado con gente que pagaban 4 o 5 euros, y eso es abusivo», insiste Chillarón.

Y a todo ello, para aquellas personas que se encuentran en una situación económica más complicada, se añaden los bonos sociales. Para poder acceder a ellos es necesario que la comercializadora sea una de referencia, y que el usuario sea titular del contrato de suministro y esté empadronado en la vivienda. Las ayudas oscilan entre descuentos sobre el precio de la energía o la potencia de un 25 % para los clientes vulnerables, un 40 % para los vulnerables severos y un 100 % para aquellos que estén en riesgo de exclusión social.

Por ejemplo, todas las familias numerosas tienen derecho al descuento del 25 %. Eso ahora ya lo sabe Alicia, y solo con ese bono ya se ahorrará unos 250 euros anuales.