El descubrimiento, hace tres semanas, de casi 200 bombonas de butano vacías que tenía almacenadas un ciudadano nigeriano en Alicante activó los protocolos por el nivel de alerta antiterrorista, pero la Policía Nacional no tardó mucho en comprobar que no había motivo para alarmarse y el hombre fue detenido por apropiación indebida. El arrestado no tenía ninguna vinculación yihadista. Llegó en patera hace 16 años y se gana la vida como chatarrero.

Aun así, lo más importante de esta actuación es que permitió constatar algo que ya han detectado las Fuerzas de Seguridad desde que se aumentó el control sobre las botellas de butano a raíz de los atentados en Cataluña: la venta de bombonas de segunda mano que se comercializan en mercadillos callejeros de la Comunitat Valenciana.

La célula yihadista que atentó hace año medio en Cataluña almacenaba más de cien botellas en un chalet de Alcanar que saltó por los aires con dos de los yihadistas, y ello provocó un incremento de las medidas para prevenir ataques, entre ellas un mayor control sobre la comercialización de bombonas de gas con el fin de detectar alguna compra masiva sospechosa.

Este control ha permitido comprobar no sólo ese mercadeo de bombonas vacías, sino también el envío de estos envases a países de África, donde se consideran un bien preciado y se cotizan a un precio más elevado. Así, mientras en España un envase puede costar diez euros, en países subsaharianos, como Guinea, se paga el doble, e incluso más.

Por el momento, los casos detectados en la Comunitat Valenciana han sido de inmigrantes que tratan de ganarse la vida, como el caso citado del chatarrero nigeriano que fue detenido en Alicante.

«Cobro seis euros por cada una y en un día me pueden comprar diez», afirmó este padre de familia. «Las recojo de la basura o me las dan en domicilios, aunque también he comprado algunas en el mercadillo de Teulada, a cuatro euros», explica este inmigrante, que parece ajeno al peligro de almacenar cerca de 200 botellas en su casa.

La actuación tuvo lugar el pasado 29 de diciembre por la Policía Local de Alicante. Se recibió una llamada de un ciudadano que comunicaba la presencia de una persona que estaba cargando una treintena de bombonas en una furgoneta. Al llegar los agentes comprobaron que la furgoneta estaba repleta de botellas -83- y el dueño del vehículo les indicó que se las fue encontrando por la calle y que en su casa tenía más.

La Policía Nacional fue alertada dada las características de la intervención y ya se encargó de instruir las diligencias. Además de los envases que tenía apilados en su furgoneta, el chatarrero almacenaba dentro de la casa otros 93 y fue acusado de apropiación indebida. Las bombonas fueron devueltas a Cepsa y a Repsol, mientras que la Policía Local le intervino la furgoneta al figurar que estaba dada de baja.

En otra actuación similar de septiembre de 2017, la Policía Nacional intervino, también en Alicante, unas 140 botellas en un bajo. En esa ocasión también fue por la llamada de un vecino, y el dueño, un ciudadano de Guinea, confesó que las compraba a 20 euros para mandarlas a su país en un contenedor.

La ley impide almacenarlas

La normativa legal impide este tipo de almacenaje en viviendas, y su transporte en vehículos particulares se restringe a sólo dos botellas, que nunca pueden tumbadas.

Ante hechos como este, las Fuerzas de Seguridad han estrechado sus contactos con las distribuidoras de Repsol y Cepsa para detectar cualquier tráfico ilegal de bombonas de butano, llenas o vacías, y también se ha demostrado que la colaboración ciudadana es esencial en evitarlo.

Una distribuidora de Repsol afirman que «no es preocupante la situación» de este mercado negro y destaca que Alicante es la provincia con un mayor consumo de gas envasado, entre cinco y seis millones de bombonas cada año.

La mayoría de las botellas intervenidas al chatarrero eran de Cepsa y tras su devolución a la empresa se ha comprobado que «gran parte de los envases proceden de la Marina Alta, donde pueden venderse en mercadillos de la zona», afirma su distribuidor, quien añade que Aduanas también ha detectado algún contenedor con bombonas ocultas en el puerto de València.

El origen de estas bombonas es amplio, ya que las tiran a la basura, las roban o también las regalan directamente, entre otras vías. Uno de los motivos de que haya demanda de este producto en los mercadillos es su adquisición sin necesidad de identificación. «Hay extranjeros que se muestran reticentes a la hora de facilitar su identificación, pero no tiene sentido», afirman desde la distribuidora de Cepsa. Una vez disponen del envase vacío el comprador ya puede ir a adquirir una llena sin aportar sus datos.