Vivimos en una vorágine salpicada de mensajes que tratan de llamar nuestra atención. Es la era del estrés, el capitalismo más punzante y de la practicidad. «No me aporta nada, pues lo desecho», aunque valga en un plano más amplio o intangible. En ese marco está desarrollándose el calentamiento global, un fenómeno cada vez más evidente y ¡bah! aburrido. Sus efectos se repiten tanto que están dejando de ser noticia. En los últimos días decenas de observatorios del oeste de Europa han batido sus récords históricos de temperatura en el mes de febrero. Otra vez. Todo debido a un escenario meteorológico «absurdo» según algunos expertos. Un arrebato de clarividencia, aunque razón no les falta.

Mientras en España, Francia o Alemania las temperaturas presentan anomalías positivas de hasta 10 ºC o más, otras zonas del Mediterráneo oriental y gran parte del norte de África están viviendo días fríos, con nevadas en cotas bajas. El mundo al revés por culpa de un escenario en omega: una cresta anticiclónica se alarga hasta la península escandinava y actúa como una enorme cinta transportadora de aire cálido. Mientras tanto, por sus flancos oeste y este derrama aire frío en dirección a Azores e Italia. Ahí el calentamiento global ni pincha ni corta. Donde sí parece meter mano es en los datos extremos. En ese matiz que convierte un episodio normal en extraordinario.

Es insólito que el sur de Inglaterra el martes tuviera temperaturas más altas que Ibiza. También que las autoridades alemanas reclamaran responsabilidad a la hora de tomar el sol en pleno febrero. Está claro que datos puntuales no pueden relacionarse con el espectro climático, el problema es que batir récords se está convirtiendo en algo normal. La comunidad científica no permanece ajena a este hecho. Hace unos días Jennifer Francis, científica principal del Centro de Investigación Woods Hole, declaró que la disminución en la diferencia de temperatura entre el Ártico y las latitudes medias podría estar desacelerando la corriente en chorro. Así las vaguadas se tornan más grandes y lentas, haciendo más persistentes y extremos los episodios de calor, frío, lluvias o sequía.

Mientras nos miramos el ombligo, el termostato de la Tierra parece dar síntomas de agotamiento. Igual por nuestra desidia. Ante la duda vale la pena cuidar nuestro entorno y el aire que respiramos, que no decaiga el interés. Eso sí, este fin de semana luchen por el medio ambiente arremangados y con un ojo puesto en la red de estaciones meteorológicas de la AVAMET, por si cae algún récord. Se prevén temperaturas máximas de 30 ºC. Muy absurdas.