Las cordilleras del Himalaya y el Karakorum son mundialmente famosas por poseer los puntos más altos del planeta. Únicamente existen catorce cimas que superan los 8.000 metros de altitud. Hablamos del techo del mundo. De una de las regiones más hostiles del planeta. Con temperaturas inferiores a los -30 grados centígrados en invierno y vientos cuya velocidad apenas se ha podido medir. Y, precisamente por ello, muchos hombres y mujeres han encontrado en estas montañas los límites mentales y físicos del cuerpo humano. A partir de 3.000 metros de altura la cantidad de oxígeno en la atmósfera empieza a disminuir de forma ostensible, pero es por encima de 7.500 donde comienza la conocida como «Zona de la muerte». Una altitud a la que al cuerpo humano le es muy difícil aclimatarse debido a la baja cantidad de oxígeno en el aire. Allí se han producido los grandes hitos del alpinismo. El último de ellos hace tan sólo unos días: dos alpinistas rusos han sido capaces de sobrevivir más de 18 días cerca de la cumbre del Jannu tras haber sido atrapados por un alud. Se trata de una las montañas más complicadas del Himalaya, no sólo por sus cambiantes condiciones atmosféricas, sino también por la dificultad técnica para su escalada. Un nuevo hito que se escribe en la roca de la montaña y que se suma a los que son una leyenda en sí misma. Como la primera ascensión al Annapurna en 1950, coronada por Maurice Herzog y Louis Lachenal en su primer intento, o la conquista del Everest sin oxígeno por parte de Reinhold Messner y Peter Habeler en 1978. Messner, por cierto, fue el primer hombre en coronar los catorce ochomiles. Todas estas hazañas del alpinismo han sido fruto del incansable espíritu de exploración por parte del ser humano. Precisamente, se inicia ahora, en plena primavera, la época idónea para que se escriban nuevas gestas. Mayo es la mejor época para escalar las grandes cumbres del planeta porque en dicho mes, antes de la llegada del monzón, suelen producirse las mayores bonanzas meteorológicas del año en el Himalaya.