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Un 'pasacalle' con mucha música y menos masas

El «paseíllo» entre las Corts y el Palau de la Generalitat encabezado por Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau despierta menos entusiasmo que el de hace cuatro años, que representó el fin de dos décadas de gobierno popular

Un 'pasacalle' con mucha música y menos masas

Los turistas sentados en las terrazas de las cafeterías de la calle Navellos miraban sorprendidos la singular comitiva que desfilaba al son del Amparito Roca interpretado por la Joventut Musical Verge de l'Estrella de Gilet. En estos tiempos en los que las comisiones falleras se han rendido a los «blusones» Decathlon y a la baratura de la charanga, que el pasacalle entre las Corts y el Palau de la Generalitat con el que el nuevo gobierno autonómico inaugura su mandato se haga a ritmo de pasodoble, tiene algo de reivindicación, de proclama cultural, como citar a Joan Fuster, Miguel Hernández o Vicent Andrés Estellés en un discurso de investidura.

Este Botànic no es igual que el de hace cuatro años pero obviamente en algo se parece. Así que, una vez perdido el factor sorpresa y ese ambiente «new age» que se vivió en 2015 tras dos décadas de gobierno del PP, su fiesta de bienvenida no ha contado ni con el calor (ni siquiera meteorológico) ni con el jolgorio popular con el que fueron recibidos entonces Ximo Puig, Mónica Oltra y compañía.

Además de los turistas sorprendidos, el poble apenas detuvo su devenir dominguero para disfrutar del paseíllo de autoridades, y solo tres o cuatro grupitos de simpatizantes esperaban en los márgenes para aplaudir y dar vivas a los gobernantes. Ni siquiera hubo alguna plataforma o colectivo social que aprovechara la concentración de poder para protestar o pedir alguna cosa. Miradas curiosas y poco más.

Así las cosas, la alegría, como suele ocurrir por aquí, la puso la banda de música. Cuando el de nuevo presidente Ximo Puig salió de las Corts flanqueado por sus futuros vicepresidentes Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau, los músicos de Gilet se arrancaron con un Valencia del maestro Padilla que igual vale para un bautizo que para una ofrena que para un baile de jubilados. Incluso para las tres cosas a la vez.

Después -acompañando al grupo de ministros, exministros, consellers, altos cargos salientes y algunos con cara de entrantes, meritorios y ninguno de derechas-, vinieron la susodicha Amparito Roca, Xàbia («con X y con B», subrayaba un trombonista a preguntas de este periódico), Pérez Barceló y un Paquito el Xocolatero que sonó mientras la comitiva presidencial entraba en el Palau de la Generalitat. «¿Esto qué es?», le preguntaba una turista alemana a un veterano periodista de asuntos políticos. «El gobierno del 'länder'», solícito le respondía éste.

Mientras que los personajes principales del desfile se retiraban a las estancias interiores del Palau (salieron un buen rato después, quizá tras haber ultimado los detalles del nuevo Consell), los invitados y los que no -al fin y al cabo, era la «festa del poble» y todos somos «poble»-, accedían a la plaza de Manises, donde había preparado un piscolabis diríase que, en este caso, más contundente que el celebrado para dar la bienvenida al Botànic 1. En aquella ocasión, las crónicas cuentan que se sirvió horchata, zumo y flaons de Morella. En esta no faltaron embutidos, pimentó amb tomaca e incluso dos tipos de paella. No hubo grandes aglomeraciones (más en la barra de las bebidas que en las mesas de las comidas) pero sí muchos corrillos donde no faltaban miradas de póquer (de esas que uno pone cuando intenta adivinar las cartas del rival) cuando alguien buscaba información sobre nombres y conselleries.

Ah, y música, que no falte la música. La Joventut de Gilet, tan clásica, alegre y bien uniformada, se quedó a las puertas del Palau ya que la animación del ágape era asunto de la Benimaclet Big Band. De esta forma, lo que en 2015 fue «cant d'estil» de la mano de Pep Gimeno Botifarra (y versos como ese de «allà on renaixen les cendres del meu País Valencià») en 2019 ha sido swing instrumental bien ejecutado pero de escasa carga simbólica. A no ser que la escasez de carga simbólica ya sea una carga simbólica en sí misma. Pero bueno, mejor no entrar en esos fregados.

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