Los premios Rei Jaume I son ya de los más prestigiosos en el panorama español pero también de los mejor dotados económicamente. En cada una de las categorías, los premiados reciben 100.000 euros, dinero que se comprometen a reinvertir en sus trabajos. Ayer, y tras el revuelo de la imposición de las medallas, algunos tenían ya claro dónde iba a ir el dinero como el catedrático de Robótica, Aníbal Ollero que lo iba a orientar en «motivar a los jóvenes, a los alumnos que están estudiando y generarles la inquietud por incorporarse a la investigación». En capital humano también quería invertir el doctor en Matemáticas, Xavier Tolsa, convocando alguna plaza «de investigación postdoctoral» ya que no tenían la tiranía de depender de los laboratorios. Quién sí sufría esta tiranía es la catedrática en Biología, Pura Muñoz, que aseguró que siempre tenían problemas en «cubrir becarios o tecnología, que es cara». Según recordó mantener a los ratones de investigación «como en un hotel de 5 estrellas hasta que son muy viejos, siempre es muy caro». La emprendedora Carlota Pi iba a destinar el premio a mantener e impulsa en empresas el ecosistema de trabajo que tan buenos frutos está dando en Holaluz: flexibilidad de horarios y guarderías para evitar la encrucijada de la carrera o la familia. José Antonio Sobrino y José García Montalvo tenían que madurar aún dónde reinvertirlo entre tantas líneas de investigación abiertas y necesidades por cubrir.