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Las Corts

La ultraderecha que no madruga

Vox es el único partido que no presenta enmiendas al presupuesto ni a la ley de medidas fiscales, uno de los trabajos más arduos

La ultraderecha que no madruga

Apela en los mítines el líder de Vox, Santiago Abascal, a que su formación representa a la España que madruga, la que levanta la persiana de buena mañana para ganarse la vida y la que hace frente a las dificultades diarias. Y saca pecho la ultraderecha de que en las últimas elecciones generales sus apoyos han crecido especialmente en los barrios más humildes, donde la ciudadanía pasa más penurias.

Pero transcurrido el primer semestre desde las elecciones del pasado 28 de abril, el grupo parlamentario Vox no destaca precisamente por la cantidad de trabajo acumulado en las Corts, donde, siguiendo el paralelismo de su líder, no parece que madruguen.

La semana pasada, Vox se convirtió en el único grupo de la cámara que no presentó enmiendas a la ley de presupuestos del Consell ni tampoco lo hizo hace 15 días con la de medidas fiscales. Los presupuestos son la principal herramienta de cualquier gobierno y las propuestas de cambio enriquecen el debate. Pero las enmiendas resultan uno de los trabajos más laboriosos para los parlamentarios y muchos grupos pasan noches enteras en vela para completar esa tarea y presentar cambios a las cuentas en el plazo legal.

Pero Vox se ha descolgado de ese trabajo. Alega que ya presentó una enmienda a la totalidad, aunque esta iniciativa requiere menos tiempo que las parciales. Y añade que no van a presentarlas porque consideran que los presupuestos suponen un engaño, ya que los ingresos son ficticios e irreales, nunca se cumplen y el gasto público es excesivo y despilfarrador. En lugar de enmiendas presentarán iniciativas legislativas, aseguran. El PP registró un millar y Cs, 670.

Vox es, además, el partido de los tres de la oposición al Botànic que menos iniciativas parlamentarias ha presentado desde que comenzó la actual legislatura.

La actitud de la ultraderecha de despreciar directamente los presupuestos, pero sin aportar nada que pueda mejorarlos, ha llevado al síndic de Compromís, Fran Ferri, a señalar que lo que ocurre es que los diputados de Vox son unos «vagos». A ello se une que en estos primeros seis meses, la derecha radical ha pagado la novatada. Su primera pregunta en una sesión de control al presidente se presentó fuera de plazo, aunque la Mesa le permitió realizarla, y en alguna ocasión han tenido que dirigirse a otros grupos, como el PP, con el que comparten la misma planta en el edificio de grupos de las Corts, para pedir ayuda a la hora de presentar alguna iniciativa.

Pero esta semana, Vox ha salido a la palestra en la cámara valenciana por dos cuestiones, una la exhibición de un cartel que incluía una cruz gamada nazi ligeramente tachada. Aparecía junto al de la hoz y el martillo y la ultraderecha pretendía equiparar el nazismo con el comunismo, lo que provocó que diputados de la izquierda abandonaran el hemiciclo y que el resto siguiera de espaldas la intervención.

El día siguiente, Vox volvió a adquirir protagonismo cuando una de sus diputadas reclamó la retirada de un panel con nombres de víctimas de la violencia machista que los grupos de la izquierda habían desplegado en la tribuna durante el debate que acabó con la declaración por parte de las Corts de la emergencia feminista, de la que la derecha radical se desmarcó.

Además, no pasa ni un día en que no hagan mención en los plenos a la guerra civil, uno de los asuntos en los que más cómodos se encuentran junto a Cataluña, donde rechazan cualquier posibilidad de diálogo y solo defienden la mano dura y la ilegalización de los partidos independentistas. En sus discursos siempre aparecen apelaciones frentistas, como llamar continuamente «frente popular» o «comunistas y marxistas» a los partidos del Consell. Junto a la cruz gamada también rememoraron esta semana en las Corts las «checas», Negrín y el oro de Moscú y una de las últimas solicitudes de documentación (retirada tras la polvareda) es un listado de las iglesias incendiadas en 1936 y de valencianos que formaron parte de la División Azul, que luchó en favor de los nazis, y de la «Nueve», los combatientes republicanos que participaron en la liberación de París. En la primera sesión, los diputados juraron su cargo «por Dios y por España» con la mano sobre una biblia y un pequeño crucifijo.

Populismo en los debates

Además, han llegado a tildar de «corral» al parlamento valenciano en su línea de desprecio a las instituciones y su discurso siempre se presenta envuelto entre planteamientos facilones para responder a problemas que son muy complejos, algo que los expertos asocian muy claramente con el populismo.

En debates como el autogobierno, la violencia machista, la emergencia climática, la inmigración, los medios de comunicación públicos..., sus respuestas se resumen en una frase. No a todo.

No quieren las autonomías, pese a que está demostrado que los gobiernos más cercanos a la ciudadanía son los que mejor funcionan. Niegan que exista una violencia específica contra las mujeres y también hacen negacionismo de la crisis climática. Con los medios públicos valencianos lo tienen claro y piden directamente su cierre, y con la inmigración, expulsiones y muros es su receta.

En cambio, nunca plantean soluciones a cuestiones como el desempleo, las listas de espera sanitarias o la dependencia y cuando se refieren a ellas es para criticar las cifras y culpar al Consell. Al final, la imposibilidad de liderar ningún debate lleva a Vox a tratar de adquirir algo de notoriedad con acciones como las de esta semana con la cruz gamada medio tachada o el desprecio que mostró una de sus diputadas al cartel que recogía nombres de mujeres asesinadas por el machismo.

Sin discurso valenciano, Vox llena sus intervenciones de referencias ultranacionalistas (ha exigido banderas de España en todos los colegios e institutos) y sobre colectivos muy sensibles como inmigrantes, menores no acompañados o las propias víctimas de la violencia de género, intrafamiliar la llaman, lo que ha llevado al resto de partidos a arrinconarlos.

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