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Botànic 'is not different'

La alianza progresista valenciana experimenta en sus carnes la tensión de la izquierda mundial hacia posiciones más radicales La inclinación moderada al gobernar es un fenómeno extendido

Ximo Puig, durante una reunión de cargos del Comité de las Regiones de la UE celebrada en València en 2017. m. a. montesinos

Alemania, Reino Unido, Francia, Holanda, Estados Unidos? El socialismo clásico vira a la izquierda en plazas históricas. Puede interpretarse como una forma de regresar al lugar abandonado en los tiempos de las terceras vías de Tony Blair, Gerhard Schröder (¿incluso Felipe González?), intento de conciliación del Estado del Bienestar con la liberalización de servicios públicos. También como la manera de atraer a unas nuevas clases trabajadoras, golpeadas por la precariedad laboral y escépticas ante el escenario de salida de la crisis. Es también la forma de contener a las nuevas formaciones radicales.

La izquierda valenciana fue avanzadilla en España de la alianza entre formaciones de distintas siglas y matices ideológicos para poder gobernar. Su éxito en la primera legislatura ha servido como prueba de que la convivencia es posible pese a la tradición rupturista. Además de fricciones sobre fondo electoral y de batallas de poder, la nueva legislatura progresista está dejando síntomas de mayor tensión ideológica: las posturas enfrentadas entre socialistas y Compromís sobre el puerto de València, las diferencias sostenidas sobre grandes proyectos empresariales y el desencuentro presupuestario sobre universalizar las bonificaciones fiscales a todas las mercantiles, grandes y pequeñas son indicios de una presión radicalizadora.

Se dirá, con razón, que algunos de estos factores ya estaban en el primer Botànic. Quizá la dinámica que viene de Europa permite observarlos ahora de otra manera, dentro de una corriente de pensamiento global.

Con todo, sería difícil ubicar al Gobierno valenciano en posiciones muy escoradas ideológicamente a la izquierda. La prueba más evidente sería la sintonía (cada vez más crítica) con las instituciones empresariales valencianas. Además, pesan las restricciones en políticas económicas impuestas desde Bruselas.

El profesor de la Universitat de València Juan Rodríguez Teruel sitúa al Consell del Botànic en el espacio de los gobiernos progresistas moderados, representados fundamentalmente por los escandinavos, de larga tradición.

En opinión del investigador, se produce una dualidad en la izquierda, más radical y marginal allí donde no gobierna (el caso de Alemania sería excepcional y el reciente giro del SPD sería la respuesta a una sangría constante desde que es la parte menos visible y poderosa de la gran coalición con el centroderecha) y con programas moderados donde está instalada en el poder, aunque sea con apoyos de otros grupos progresistas. Esta última sería la situación en el norte de Europa (Suecia y Dinamarca), en Portugal y también la del ejecutivo valenciano y la del posible Gobierno español de Pedro Sánchez con el apoyo de Pablo Iglesias. «Sus agendas de gobierno son esencialmente un ejemplo de moderación, ni que sea por las limitaciones que impone el marco europeo». Rodríguez Teruel se refiere a las líneas de austeridad, desregulación y contención fiscal que vienen de una Unión marcada por una orientación neoliberal.

No obstante, existen matices. El politólogo David Sabater subraya las diferencias entre la fórmula valenciana de PSPV, Compromís y Unides Podem y las de países del norte de Europa: «El conocido -y mitificado- socialismo escandinavo no ha tenido problema en incluir en sus gobiernos a partidos de centro y liberales». Por estos pagos, en cambio, «la transversalidad sigue siendo una rara avis». Es difícil de aceptar por los partidos y por los ciudadanos. «Hemos cambiado la lógica bipartidista por la competición entre bloques», asegura el consultor de Atrevia.

Las visiones desde el interior de la coalición ofrecen otros matices. El número dos del PSPV, Manolo Mata, define como marcadamente de izquierdas la política del tripartito valenciano, en sintonía con los movimientos que se observan en otros lugares de Europa y que, en su opinión, son un regreso a «la raíz profunda del socialismo democrático» tras los devaneos liberales de la tercera vía y, como consecuencia, la aparición de nuevas fuerzas radicales que han fracasado en hacerse con la hegemonía en este espectro.

La clave personal de Puig

El tono moderado del ejecutivo valenciano lo aportaría el presidente de la Generalitat y líder del PSPV, Ximo Puig, con un perfil «amable» y dialogante con los sectores productivos, pero las políticas impositivas del Botànic que «penalizan a las grandes fortunas y los paraísos fiscales» entroncarían con una tradición marcadamente izquierdista, según Mata, que procede de la corriente Izquierda Socialista.

En suma, las dinámicas internas del Botànic, con la tensión perceptible entre posiciones ideológicamente más radicales y la moderación con la que Puig se presentó (y ganó, por primera vez desde 1999 para los socialistas) las elecciones del pasado 28 de abril, serían un correlato de un fenómeno que recorre Europa.

¿Qué puede pasar en el futuro? Una clave para esta respuesta será la orientación que puede adoptar en los próximos años la Unión Europea. Si las directrices de Bruselas continúan siendo poco propicias para la aplicación de programas de reforma social y de lucha contra la pobreza, señala Rodríguez Teruel, es evidente que el Botànic tendrá complicado profundizar en esas políticas, con los riesgos que puede suponer para la estabilidad interna.

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