Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un año después del 28A: un incierto horizonte en un clima de unidad

La alarma en las últimas elecciones autonómicas estaba en la extrema derecha; la pandemia la ha enviado ahora a un segundo plano - La situación extraordinaria abre la puerta a aritméticas de amplio espectro, diferentes a la alianza progresista

Un año después del 28A: un incierto horizonte en un clima de unidad

La noche fue larga. Más de lo esperado. Y tensa. Más de lo previsto. A eso de la una y media de la madrugada del ya lunes (ir por detrás del escrutinio de las elecciones generales dilató el proceso hasta casi la agonía), el Botànic podía resoplar. Y los socialistas, sobre todo. Y en especial, aquellos que habían impulsado la aventura del adelanto electoral para coincidir con la convocatoria para los representantes en el Congreso de los Diputados.

El Gobierno progresista resistía y no era un sueño de una noche de verano: la distancia con la derecha se estrechaba, pero la suma de PSPV, Compromís y Unides Podem (52 escaños) mantenía la mayoría absoluta. El PSPV tenía motivos adicionales para la alegría: era la única fuerza del Botànic que avanzaba y ese paso le valía para recuperar una hegemonía perdida en 1991, una travesía larga en la noche valenciana.

Un año después (el próximo martes se cumplirá la efeméride), estos doce meses parecen un lapso mucho mayor de tiempo. Y al mundo parece que le han dado la vuelta. La alarma entonces era la irrupción de la extrema derecha: los diez representantes de Vox en las Corts son una cifra importante, pero ni tan alta como algunos presagiaban los días previos ni como alcanzaría en noviembre en el Congreso de los Diputados.

En todo caso, hoy, en medio de una emergencia global por una pandemia de una virulencia desconocida hasta la fecha, la cuestión de la ultraderecha aparece en un segundo plano.

Lo que aparece hoy también es un futuro cubierto de incertidumbres por las consecuencias de un virus sin tratamiento ni vacuna de momento, lo que aumenta las incógnitas sobre su evolución y las posibilidades de rebrotes.

La ventaja valenciana frente a la situación a la que ha de hacer frente el Gobierno progresista de España es la atmósfera de unidad política y social que, al menos hasta el momento, se ha conseguido tejer. La sesión de la diputación permanente de las Corts celebrada esta semana ha sido elocuente de este esperanzador clima. Debe bastante a la actitud del PP, que en este año ha actuado de manera diferente en las instituciones que controla: la Diputación de Alicante y la alcaldía de esa ciudad han pasado a ser agentes de diálogo. Y en la crisis sanitaria la líder autonómica, Isabel Bonig, ha apostado finalmente por ese perfil.

Este ambiente conecta con otra de las conclusiones de estos intesos doce meses, en los que la sociedad valenciana ha tenido que hacer frente a una DANA, el violento temporal Gloria y ahora, la pandemia por covid-19: la sombra de la figura de Ximo Puig es cada vez más alargada en el Ejecutivo. Ese papel de alcalde protector de los valencianos, poniéndose al frente de la respuesta a las catástrofes, pidiendo disculpas por los errores y yendo un paso por delante de las decisiones de otras administraciones, ha proyectado su imagen internamente y en el exterior. A estas alturas parece lanzado hacia una tercera candidatura a la presidencia de la Generalitat, a pesar de lo anunciado antes de las últimas elecciones, si bien la lección de estos tiempos es la velocidad de los acontecimientos. Todo puede cambiar en un breve espacio.

El día después del coronavirus se abre con la expectativa de un gran pacto de reconstrucción político y social. Una de las incógnitas que plantea es los efectos que puede tener en el Ejecutivo autonómico. De momento, el cortejo con Ciudadanos (tercera fuerza en las Corts, aunque socialmente debilitada tras las generales del 10N) ha empezado. La opción de nuevas aritméticas existe en un escenario diferente. Cs y PSPV no suman por sí solos, así que la pregunta es si la emergencia hará posible un gobierno de amplio espectro. Por ahora, no ha puesto en tela de juicio el plan de trabajo del Botànic. El refuerzo de los servicios esenciales públicos, un Estado del bienestar potente, una nueva movilidad urbana (lecciones transversales que parecen emanar de la pandemia) están en el ADN del Ejecutivo valenciano.

Pero si la UE no responde, la recesión puede llevar a una economía de resistencia. La agenda valenciana en un contexto así puede quedar tocada. ¿Nueva financiación autonómica, grandes infraestructuras de transporte como el corredor mediterráneo o ampliaciones de puertos y aeropuertos resistirán resistirán? Un año después del 28A el mundo parece otro y los nubarrones acechan. ¿Puig encontrará el paraguas de la unidad?

Compartir el artículo

stats