Una explosión de naturaleza se ha abierto paso en la mayoría de ciudades y municipios de la Comunitat Valenciana. La capital, València, no es una excepción. A la restricción de movimientos de transeúntes y mascotas se han unido las lluvias en una entrada de la primavera atípica, muy húmeda y con menos horas de sol.

Pero no solo el estado de confinamiento ha tenido que ver en esta eclosión de la biodiversidad en casi cada rincón urbano. La política de eliminar herbicidas puesta en marcha en el primer Govern de la Nau, junto a la plantación de semillas silvestres en muchos alcorques, está ofreciendo imágenes inéditas, impensables hasta hace bien poco.

Hasta veinticinco especies distintas de flora silvestre se distribuyeron bajo los árboles en distintos puntos de la ciudad, con semillas adaptadas al clima mediterráneo. Una mezcla de anuales y perennes que florecen y se resiembran por sí mismas, indicadas para un mantenimiento bajo. Digitalis purpurea, Echinacea, Silene armeria, Iberis umbelata o varias clases de Linums son algunas de las que ahora florecen por la ciudad. «Sirven de alimento para muchos insectos polinizadores, por ejemplo las abejas que son importantísimas a nivel mundial para garantizar la alimentación», explica Sergi Campillo, vicealcalde de València. « Nuestra ciudad se ha convertido en un refugio para ellas y se calcula que ya tenemos más de 800.000 abejas, de hecho tenemos un programa de apicultura urbana», señala el también responsable de Ecología urbana. «Cuando acabe el confinamiento podremos disfrutar de toda una explosión de vida en los alcorques, que además que son un regalo para la vista», apunta.

Campillo, biólogo de formación, destaca una mayor presencia de vencejos o golondrinas y relata que hay dos tipos de alcorques, aquellos en los que se plantaron simientes como amapolas y otros donde crecen plantas de forma espontánea, que Campillo insiste en que no son malas hierbas y son autóctonas. «Están creciendo también por las praderas por el menor mantenimiento debido al estado de alarma y han evolucionado hacia una jardinería más natural», razona. «Es una política de renaturalización de la ciudad y de que los espacios urbanos no son incompatibles con el respeto a la naturaleza», defiende el edil de Compromís.

Adiós al glifosato y más control

La idea es extender la apuesta de los alcorques asilvestrados por todos los barrios. De hecho, en una de las últimas juntas de gobierno antes de la expansión de la covid-19, se aprobó una partida de 898.637,80 euros hasta septiembre, con un importante incremento de personal y operarios, así como maquinaria para el control de la vegetación adventicia. La eliminación del glifosato, que tiene efectos cancerígenos, hace proliferar las plantas, algo no exento de críticas vecinales, pero como contrapartida se neutraliza el efecto isla de calor. Además, se favorece un refugio de fauna útil y beneficiosa en el control de plagas.