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El coqueteo de Sánchez con Cs erosiona el tripartito valenciano

Acusaciones cruzadas entre los tres socios tras el no de Compromís a prorrogar el estado de alarma

Joan Baldoví, durante su intervención ayer en el Congreso de los Diputados. efe/ballesteros

Las relaciones nunca son iguales entre dos que entre tres. Y cuando dos de ellos hacen negocios fuera sin el tercero, es inevitable que en algún momento este se sienta desplazado. Si estos dos buscan además en el exterior nuevos socios para proyectos concretos, las tensiones están aseguradas. El esquema empresarial sirve para acercarse a la situación actual de PSPV, Compromís y Unides Podem, los partidos del Gobierno valenciano.

De la legislatura pasada a esta han pasado algunas cosas, que se notan en la vida diaria del tripartito: los morados se han integrado en el Consell, socialistas y Unides Podem han pasado a gobernar en España (tuvieron el apoyo para ello del único diputado de Compromís) y los valencianistas se resienten de un adelanto electoral que consideran perjudicó sus expectativas.

A este espeso contexto se une en las últimas semanas un factor nuevo: el cambio de actitud de Ciudadanos, que durante la pandemia se ha desplazado de las posiciones de Albert Rivera para volver a un centro capaz de entenderse con el Gobierno progresista de PSOE y Unidas Podemos.

Cs lo demostró ayer, al ser la pieza clave con su apoyo para que el Ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias saque adelante una nueva prórroga del estado de alarma. El presidente y el portavoz naranja, Edmundo Bal, dijeron que era una decisión concreta, sin más alcance, pero el coqueteo ha hecho saltar las alarmas en parte de la izquierda, que observa de reojo los nuevos equilibrios y ve peligrar «el espíritu» de la investidura de Sánchez.

Este es el telón de fondo del no que Compromís propinó ayer a socialistas y podemistas. El motivo visible es la falta de avances en las exigencias que la coalición había planteado para que la Comunitat Valenciana mejore en el reparto del fondo de 16.000 millones a las autonomías. Pero en la parte invisible del iceberg están los coqueteos del Gobierno con Cs y un toque de atención a los socialistas valencianos por la gestión de la reivindicación de una cuota mejor de los 16.000 millones. El horizonte congresual también ayuda: una posición de enfrentamiento e insumisión legitima a los dirigentes del Bloc y de Iniciativa ante los suyos.

Si Compromís aspira a un papel en el tablero español como el del PNV (el largo sueño del valencianismo), como ayer recordaba un diputado de Podem, el reconocimiento se lo llevó de Esquerra Republicana: «Hasta Compromís, poco sospechosos de independentistas, les votan en contra», dijo Gabriel Rufián. Al final, el PNV votó ayer con el Gobierno y Compromís, no. La actitud de presión de estos obtiene sonora repercisión, pero su eficacia se ve lastrada por su escaso peso (un único diputado).

El discurso general es que lo que pasa en Madrid no alcanza al Botànic, pero dirigentes del tripartito utilizaron verbos ayer como desestabilizar y debilitar en el fuego cruzado en redes sociales. «Hoy Compromís no resulta más útil, lo único que consigue es desestabilizar el bloque progresista», dijo Ferran Martínez (Podem). También Pilar Lima llamaba a los socios a «estar a la altura». Vicent Martínez (Bloc) ironizaba: «Preferir a Cs que a los que te votaron en la investidura no es debilitar el bloque progresista. Ferran, por favor...» «Es poco elegante descalificar e intentar dividir a un socio y compañero de gobierno», remataba el jefe de gabinete de Oltra, Miquel Real (Iniciativa).

El número dos del PSPV, Manolo Mata, hablaba de «error» y «decepción» por el voto de Joan Baldoví, pero «jamás va a afectar a las relaciones del Botànic». Sobre el fondo de la cuestión, alegaba que la propuesta de los socios para el reparto del fondo acabaría beneficiando a Madrid. Al final, siempre Madrid.

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