En un artículo de hace pocos días ya comentábamos como en mayo fue muy cálido en la cuenca mediterránea europea, pero no sólo las temperaturas han sido elevadas en latitudes medias sino en latitudes elevadas. Así la cobertura de hielo en el Ártico ha sido una de las 10 más bajas desde que se tienen registros. El espesor del hielo y la cobertura de hielo ha sido bien escasa especialmente en el norte de Siberia Occidental.

Esto no son buenas noticias para nuestro planeta, a pesar del descenso de las emisiones antropogénicas producidas por la pandemia del Covid-19 la inercia de aumento de gases de efecto invernadero de los últimos decenios tiene una clara repercusión en el balance energético del planeta, que se está calentando.

La temperatura sube y con un ritmo mucho más rápido cerca del Polo Norte que en latitudes medias o en latitudes bajas. En latitudes tropicales se detecta el incremento térmico más leve del planeta, junto con algunas zonas de la Antártida donde se observa un enfriamiento del aire en los últimos años. Esta poca cobertura de hielo esperamos que no pase factura con un aumento de la frecuencia de las olas de calor en el hemisferio norte el próximo verano.

De todos modos los pronósticos estacionales afirman precisamente eso que en Europa se prevé tanto un junio como un julio con anomalías térmicas positivas. Por lo tanto las olas de calor volverán a ser noticia este verano, igualmente como el año pasado o el año 2018, pero al menos que sean menos intensas.

Recordemos que el año pasado se batieron muchos récords de calor especialmente en Francia pero también en España, como los 43,9º del centro de la ciudad de Girona (observatorio de AEMET) del 28 de junio.