Empleadas del hogar sin contrato de por medio, mujeres que cuidan de los más mayores (o pequeños) de la casa, personas que rebuscan en la chatarra o que trabajan por horas pero sin seguridad social ya sea en la obra, en el sector servicios o en el campo, migrantes en situación irregular, personas sin hogar, vendedores ambulantes. Hay personas y familias muy vulnerables que hasta la llegada de la covid-19 no habían solicitado ayuda alguna y sobrevivían gracias a un trabajo «informal» que les permitía malvivir sin tener que tocar la puerta de ninguna entidad social. La vergüenza es uno de los principales motivos.
Nadie alardea de ser una persona empobrecida y así, ocultos e invisibles, el mundo seguía su curso. Pero llegó la pandemia y emergió la pobreza invisible, aquella que sobrevive sin pedir nada y que, además, se hereda.
Así consta en la Memoria Institucional de Cáritas correspondiente al año 2019 y su actuación a lo largo de la pandemia por el coronavirus con las personas y colectivos empobrecidos. Ayer, el director de Cáritas Valencia, Ignacio Grande Ballesteros, y la secretaria general de la institución, Fani Raga Quiles, acompañados por el obispo auxiliar de València, Arturo P. Ros Murgadas, presentaron la memoria y dieron la voz de alarma: la desigualdad, lejos de corregirse, «ha aumentado» y lo que ya eran «trabajadores pobres» han pasado la línea y ahora son familias vulnerables en riesgo de exclusión social. La vivienda y el empleo, de nuevo, son sus principales problemas y preocupaciones. Sin trabajo no hay dinero para lo básico (alimentación) y sin vivienda no hay hogar.
Cáritas Valencia atendió a cerca de 12.000 familias (11.528) a lo largo de los meses de confinamiento. El 32 % no había solicitado ayuda con anterioridad a la pandemia. El dato de beneficiarios de estos meses ya supone un 23 % de los que muestra la Memoria de 2019 para todo el año (49.523). «Todo apunta a que los datos empeorarán en 2020», afirmó Ignacio Grande.
Desde Cáritas aseguraron ayer que el incremento de personas se debe, fundamentalmente, «a la pérdida del empleo por causa de los despidos o los ERTE realizados por las empresas o a la pérdida del empleo informal en muchas familias».
En este sentido, los perfiles de personas acompañadas durante estos meses por Cáritas «coinciden con los más habituales atendidos en años anteriores», que son, familias con hijos (reconocida por el 76,9 % de las parroquias); personas que han perdido su empleo o se han visto afectadas por un ERTE (59,4 %); persona extranjera en situación administrativa irregular (54,6 %); mujer sola con hijos (42,4 %).
La secretaria general, Fani Raga, puso el foco en la desigualdad. «La desigualdad generada por la crisis de 2008 no se había corregido y había muchas personas en la cuerda floja con una integración muy insegura y esta crisis sanitaria se las ha llevado por delante», aseguró, tras añadir que «el problema desde hace años es que tener empleo no garantiza salir de la pobreza». Y ahora, a los que ya estaban hay que sumar los nuevos usuarios. El reto no es baladí.
De la vulnerabilidad a la exclusión
Por ello, el director de Cáritas València, Ignacio Grande Ballesteros, destacó la importancia de las políticas e iniciativas centradas en el empleo y la vivienda «porque no deben ser un privilegio ya que son un derecho».
Y mostró su preocupación por las personas que ya integraban la denominada sociedad frágil, «esas familias que van a requerir mucha atención durante mucho tiempo debido a su situación previa y posterior a esta crisis sanitaria; así como por la sociedad insegura: familias que han pasado de la vulnerabilidad a la exclusión, cuya situación tras la pandemia no ha hecho sino empeorar, debido a la inestabilidad que ya padecían antes de esta crisis».
Además, tanto Ignacio Grande como Fani Raga puntualizaron la «vulnerabilidad extrema» de las personas migrantes en situación irregular y lamentaron que el nuevo Ingreso Mínimo Vital (IMV) previsto por el Gobierno «los haya dejado fuera, esperamos que eso se corrija más adelante porque es una gran medida para erradicar la pobreza extrema y no tiene sentido dejarlos atrás».
Grande aseguró que queda «mucho por hacer» e instó a sumar esfuerzos «y reencontrarnos como sociedad para caminar de forma conjunta entidades, Administraciones y sociedad en aras de garantizar derechos básicos».