California está en llamas y Portugal registra su peor año de incendios desde el funesto 2017. Que España viva un escenario así es sólo cuestión de tiempo. La paradoja es que mientras la inversión en fuerzas de extinción crece, el número de grandes incendios forestales año tras año no para de multiplicarse. ¿Qué está fallando? Un estudio reciente, publicado en la revista Ecosystem Services, demuestra que la solución real a los grandes incendios se encuentra en la misma naturaleza: hay que crear paisajes menos inflamables. El estudio demuestra que, si se actúa sobre el paisaje y se promueven prácticas agrícolas, se puede llegar a reducir hasta un 50% el área afectadas por grandes incendios forestales prevista para el período entre 2030 y 2050. El co-autor principal, Adrián Regos, de la Universidad de Santiago de Compostela, afirma que hay que gestionar el riesgo de incendios teniendo en cuenta las características de la vegetación, aplicar medidas concretas para crear paisajes menos inflamables, con especies que quemen más lento, con menos densidad de vegetación, más heterogéneos y, en definitiva, más resistentes al fuego. «Un concepto que desde la ciencia se ha bautizado con el nombre de gestión inteligente del fuego o firesmart», aclara Silvana Pais, del Centro de investigación CIBIO/InBIO de la Universidad de Porto.

«Las matemáticas están preparadas para que podamos comprobar desde un ordenador cómo crear un territorio menos apetecible para las llamas, que no queme de forma incontrolable», comenta Lluís Brotons, investigador del CSIC en el CREAF y líder de la Unidad Mixta InForest CTFC-CREAF. Y añade, Eestas herramientas científicas pueden ser muy útiles para mejorar la toma de decisiones a la hora de gestionar de forma integrada el territorio».

El cambio climático, con altas temperaturas y sequía extrema, y el bosque homogéneo y joven que ha crecido debido al abandono de prácticas agrícolas ancestrales son dos ingredientes básicos de los incendios de sexta generación. Estos superincendios queman con temperaturas y velocidades de propagación que escapan al control de las fuerzas de extinción, de los cortafuegos y de otras técnicas de protección. Ante esto, se requiere un cambio de paradigma, una visión preventiva e integradora del territorio con políticas que fomenten la creación de paisajes resistentes al fuego, pero que al mismo tiempo aseguren un aprovechamiento sostenible de los recursos y la conservación de la biodiversidad asociada, lo que se conoce como una solución basada en la naturaleza.