Conciliación, incertidumbre, preocupación. La vuelta al cole deja palabras que pesan en las mochilas de las familias. Cómo preparar el regreso más anómalo a las aulas es una respuesta que se va hilando día a día, sin grandes lecciones, sin temarios conocidos. Lo de este curso es algo totalmente novedoso, como si ellos también acudieran a clase por primera vez. En esta semana del inicio de clases, madres y padres se ven en una situación totalmente desconocida con la lista de necesidades escolares en una mano y la vista, por si acaso, puesta en la evolución de la epidemia.

«En marzo nos tocó improvisar, ir muy sobre la marcha, pero esta vez si hay confinamiento nos pillará más preparados», indica. Es una forma de mentalizarse, la de no saberse sorprendida ni en una situación de incertidumbre. Esa sensación se la quiere transmitir a los dos hijos que todavía están en edad escolar: «Ellos no tienen ganas de volver, llevan desde marzo sin ir, pero les decimos que si hay clase, irán». «No les podemos decir que ir al colegio es el fin del mundo, obviamente hay preocupación porque si uno se contagia nos contagiamos toda la familia, pero deben ir sin miedo, sí sabiendo que tienen que tener cuidado». Las actividades extraescolares se convierten en una duda más. Celia ya ha apuntado a sus hijos: «Si se cumplen las normas, no hay problema». María José T., sin embargo, todavía duda. Su hija, explica, el año pasado iba hasta a cinco extraescolares y ahora mismo no tiene muy claro si inscribirla. «Los grupos burbuja en las extraescolares se rompen». Tampoco la ha apuntado todavía al comedor: «me esperaré al último momento para ver cómo va la situación». Ambas incógnitas abren el baúl de la conciliación. «No sé cómo me voy a organizar», admite.

El malabarismo de conciliar

Conciliar suena más a malabarismo propio que a planificación general. Así se ve María José, en un «sálvense quien pueda». Ser una, en este caso, lo complica. Ella es parte de la Asociación de Madres Solteras por Elección y fue anteriormente delegada de la organización en la Comunitat Valenciana. «Las madres solteras somos expertas en buscar las soluciones a las cosas cuando se presentan». «Vamos a salto de mata», añade como respuesta a qué hará si un día la niña da fiebre y no puede llevarla al colegio, «tenemos que vivir al día por mucho que nos organicemos».

Su solución sería teletrabajar, al menos como base. Es autónoma y trabaja como abogada. Si tuviera que ir a un juicio tendría que llamar a su hermana, a alguna amiga o contratar a alguien. «Pero, ¿y quien no pueda faltar al trabajo? ¿Y si mi hija tiene que estar 14 días encerrada? ¿Me van a dar la baja aunque las dos demos negativo?». Las preguntas rebotan contra la promesa de planes. «Es necesario que den ayudas que garanticen la conciliación», esas que hacen dividirse a patronal, sindicatos y gobierno y que todavía no tienen una letra clara.

«Teletrabajar no es conciliar». La sentencia de la socióloga Alicia Villar rompe el esquema establecido durante la primera cuarentena donde la solución fue ser familias orquesta entre las obligaciones laborales y las responsabilidades escolares. Y añade: «De hecho, puede crear mayor malestar, estrés laboral y familiar por la sensación de la precarización vital, se tiene la sensación de estar precarizando todo, desde el trabajo hasta los cuidados».

Profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social e investigadora de la Universitat de València, reclama poner en valor el trabajo de cuidados «no como un reclamo de la pandemia», aunque sí que se ha visto más necesario que nunca: «El trabajo de cuidados es una emergencia social».

Según señala Villar, «las estadísticas indican que ellas utilizan más tiempo en los cuidados a los demás, por lo que si hay rebrotes, las mujeres asumirán más la atención de los hijos e hijas que se vean afectados». Pero va más allá y recuerda que son «las mujeres de clase baja las que han tenido y tendrán más dificultades en hacer frente a los efectos de la pandemia y a las decisiones tomadas». Por eso insiste en la necesidad de políticas que «reequilibren esta asimetría», como permisos retribuidos, ayudas, incentivos...

En la preparación de los pormenores que marcarán el regreso a las aulas llevan participando los tres últimos meses las organizaciones de AMPA como la Gonzalo Anaya a partir del Foro Educativo. Màrius Fullana, presidente en funciones, destaca que detrás de las decisiones finales hay «mucho trabajo». Para él, agosto ha sido un mes en el que las vacaciones se han combinado con reuniones telemáticas, revisión de documentos y atención a medios. Su mensaje está claro: «Los colegios van a ser lugares seguros, lo que hay que hacer ahora es explicar a las familias lo que se ha hecho y evitar los mensajes alarmistas». Los escolares infantiles de 0 a 3 años regresaron a las clases la pasada semana y muchas familias expresaron su satisfacción. «No tenemos con quien dejar al niño, si puede estar en la 'escoleta' estamos más tranquilos», aseguraba Pilar Mora cuando recogía a su hijo de 6 meses de uno de los centros que abrieron el martes. «Queremos recuperar la normalidad y para volver a la rutina de antes es necesario la escuela», sentenciaba Rosali Moreno a las puertas de un centro infantil de Campanar ante la vuelta más extraña de los últimos años.