Hace casi doscientos años un joven Charles Darwin llegaba, a bordo de la embarcación Beagle, a las islas Galápagos. Allí descubrió un mundo completamente nuevo, con una fauna única en un ambiente sumamente hostil. La adaptación de estas especies al medio inspiró a Darwin para llevar a cabo uno de los estudios más importantes que ha dado la ciencia en los últimos siglos: la teoría de la evolución. A día de hoy, este archipiélago de un valor medioambiental incalculable, es uno de los espacios más protegidos del planeta. El gobierno de Ecuador, a quién pertenece su preservación y cuidado, realiza una labor magnífica regulando el turismo y el impacto ambiental que se produce en las islas. No obstante, durante las últimas semanas, un gran conjunto de embarcaciones pesqueras ha estado explotando aguas cercanas a este paraíso terrenal. Una enorme industria flotante que, de no cuidar la distancia, podría poner en peligro un hábitat único en el planeta. Y hay que tomar medidas urgentes para evitar situaciones similares a futuro. Una de las principales se encuentra en el nuevo tratado global de alta mar que se está tramitando en Naciones Unidas con la intención de regularizar algunos aspectos importantes sobre las aguas internacionales. Si dentro del mismo se salvaguardan espacios naturales de tal calado como esas islas del Pacífico, podremos conservar durante mucho tiempo un paraje único en el que no solo disfrutar si lo visitamos, si no maravillarnos con la capacidad adaptativa de la naturaleza.