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Análisis

El legado de Barberá también era esto

Lo de ayer recupera la cara más oscura de un tiempo que algunos reivindican ahora con la novedad añadida de manchar a la izquierda

Un guardia civil con material incautado en el registro a la casa de Alfonso Grau. | M.A. MONTESINOS

La operación policial de ayer desempolva la cara b del largo mandato en València de Rita Barberá, por si alguien intentaba olvidarla. Ahora que crecía como una bola de nieve la corriente de opinión que recreaba la ciudad de los grandes proyectos, los edificios emblemáticos y los acontecimientos internacionales, reaparece ante los ojos de jóvenes y olvidadizos (por uno de esos enigmáticos e irónicos pliegues de la Historia) la parte más oscura de aquella etapa. El legado de Rita Barberá también era esto.

Lo que recuperamos ayer, siempre con la sacrosanta presunción de inocencia de los detenidos por delante, es la hedionda conexión entre empresarios de la construcción y mandamases de la política. Vuelve la València del Crematorio y La otra orilla de Rafael Chirbes, la ciudad en la que un grupo reducido de mandatarios públicos y empresarios sin escrúpulos actuaban como los reyes del mambo, con la seguridad de sentirse intocables y semidioses. Vuelve el reino de la burbuja y el pelotazo urbanístico que de la noche a la mañana elevaba el valor de un terreno en unos millones de euros para lucro de una casta de poderosos.

Lo nuevo de ayer fue incluir en el engranaje putrefacto a un primer espada de la oposición. Todo un candidato socialista a la alcaldía, un líder del partido en la ciudad durante ocho años y una referencia en la capital durante más de dos décadas. El político que desde la oposición más cargó contra Alfonso Grau, el exvicealcalde detenido también ayer. Ese es el elemento más desconcertante y que deja un sabor de boca indefinible, porque muestra una cúpula política más podrida incluso de lo que se podía pensar. Siempre según las investigaciones que han trascendido.

El paisaje después de Azud

Y en ese entramado, además, uno de los abogados que ha estado al lado de los poderosos del PSPV durante décadas. El paisaje que queda después del nuevo capítulo de Azud (la operación cuyo centro es el cuñadísimo de la exalcaldesa) es la tumba de un tiempo, porque deja a unos y otros manchados. No son todos, claro, pero son nombres muy importantes de unos y otros. Lo suficiente para el halo de tristeza que se advertía ayer en las estructuras del socialismo valenciano.

Lo que queda bajo sospecha no son unos personajes de un momento histórico, sino toda una estructura de funcionamiento de la política y la economía. Se trata de la caída de dos poderosos políticos, la hija de uno de ellos, un constructor no muy conocido pero de los que jugaba en grandes operaciones urbanísticas y un abogado de confianza del partido, entre otros. Y todo ello estirando del hilo de la investigación a José María Corbín, el cuñado de Rita Barberá, el señalado como el hombre que, junto a Grau, controlaba las grandes operaciones económicas en torno al Ayuntamiento de València.

Con ese contexto, es comprensible el silencio ayer de los políticos del PP que en los últimos meses han desempolvado la bandera del legado de la exalcaldesa popular: María José Català y Francisco Camps.

El legado también era esto: un mundo de especulación y negocios turbios entre la política bipartidista y la economía que solo la gran crisis financiera de 2008 derrumbó y que el 15M, hace ahora justo diez años, enseñó que no podía continuar igual, que el ciclo se había agotado. Si alguien tenía la tentación de hacerlo regresar, lo de ayer es un golpe considerable a las conciencias.

Lo de ayer devuelve a 2016, el tiempo en el que el PP de Isabel Bonig firmó la reprobación de Barberá como senadora. Ese tiempo que se antojaba ahora como superado e injusto. Pero el olor a desagüe brota de vez en cuando de lo más bajo de esta València para recordar de donde venimos.

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