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Historias que deja la vacunación

Muchos de los valencianos citados no acuden a inocularse el vial alegando que están trabajando o tienen hora en la peluquería uOtros aducen que no tienen claro si inmunizarse o indican su voluntad de mandar la dosis al Tercer Mundo

Vacunación contra el coronavirus en Novelda. | ÁXEL ÁLVAREZ

Seis meses después y dos millones de vacunados en la Comunitat Valenciana, al menos con una dosis, el proceso valenciano de inmunización sigue su curso a buen ritmo. De las residencias a los centros de salud, pasando por los «vacunódromos» y ahora también en empresas privadas.

En el día a día de las sanitarios las ocurrencias, miedos y excusas de muchas personas que por allí pasan para que se les administre el vial van desde las cambios de cita por coincidir con el trabajo, la peluquería o el mercadillo hasta los más solidarios que mandan su vacuna a África. Mientras que a otras personas, las prisas por inyectarse el suero contra el coronavirus les lleva a acudir a los puntos de vacunación aunque a su franja de edad todavía no la hayan citado.

La sanitaria, con grandes dosis de estoicismo, calma e ironía, contestó que «ahora mismo fletaban un avión» para hacer llegar el vial al destino sugerido por este paciente que no quiso vacunarse.

Quienes también asisten al punto de vacunación más cercano son las personas que quieren adelantarse a su franja de edad, argumentando que «no les importa esperar al final de día si sobra una vacuna». A ellos no les preocupa ni la farmacéutica ni el modelo, «lo que quiero es pincharme». Y cuanto antes.

El peso de la inmunización recae en los sanitarios de Atención Primaria. No solo el hecho de administrar el suero, «que eso es cuestión de segundos», sino la logística que conlleva organizarlo todo. Fuentes sanitarias indican a este diario que «la Conselleria coge una cohorte de edad y manda a esas personas su SMS. El trabajo viene cuando la persona llega al «vacunódromo», se la anota en el registro vacunal nominal, se le hace su carnet y, después, se le administra la vacuna, que eso es un segundo». Y el esfuerzo reside en el número de dosis, que no suele ser real. «Tenemos una previsión que luego no siempre se cumple. Hay una serie de personas que no se van a poner la vacuna y no avisan de que no van a acudir. Nosotros tenemos que estar pinchando, registrando y localizando a la gente con un teléfono intentando recaptar a todos los que no han venido, para aprovechar siempre el máximo de dosis, no desperdiciar ninguna y alcanzar la cobertura deseada», señala una sanitaria. Ese es el trabajo real. Organizar el proceso de inmunización más que el acto de inocular un vial, que suelen ser segundos.

La cohorte de edad a la que en estos momentos le está siendo administrada el suero «son personas que trabajan y tienen muchos problemas para inocularse la vacuna. Algunos no pueden porque están trabajando y llaman para pedir cambios de horarios y no entienden que nosotros no podemos adaptarnos a los miles de personas que hay en esta franja de edad», agrega.

Los profesionales que conforman la Atención Primaria deben llevar un control exhaustivo de las dosis que cargan para administrar a quienes deben acudir ese día. «Vamos cargando viales rápidamente para no hacer esperar. Si en un día tenemos 600 personas y te fallan 100, hay que ir tirando de listados nominales, volviendo a citar a gente de otros días y dentro de la misma franja para que no se pierda ni una sola vacuna. Si ves que se te van a quedar algunos cargados y la gente no ha acudido, nos coordinamos con otros centros de vacunación ipso facto y los viales se administran», declara.

A fecha de hoy, en palabras de esta coordinadora de Enfermería «no se ha perdido ningún vial».

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