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"La ansiedad en los jóvenes puede ser una bomba de relojería"

Las llamadas al teléfono contra el suicidio se dispararon más de un 30% en el año 2020 Una de cada seis conversaciones fueron de personas jóvenes, menores de 35 años

Una voluntaria del Teléfono de la Esperanza

18.630 llamadas. 248.962 minutos. De hablar, charlar, conversar. Tener a alguien que te escuche en un momento de crisis puede salvarte la vida, o como mínimo evitar que te hundas en la soledad. Ese es el objetivo del Teléfono de la Esperanza, y esos son los datos en el año 2020 en la C. Valenciana. La pandemia disparó las centralitas más de un 30 % respecto a 2019. Y una de cada 6 llamadas fueron de jóvenes menores de 35 años. Son las heridas emocionales de la pandemia.

María Jesús García es vicepresidenta del Teléfono de la Esperanza en la Comunitat. «La pandemia ha cambiado las llamadas. Muchas fueron por soledad, o por conflictos dentro de la familia que se agudizaron en el encierro. Hemos visto una subida ligada con la falta de relación, que deriva en problemas de angustia, ansiedad, depresión… Y de gente que se ve ahí y no tiene a nadie, no puede hablar con nadie».

Y les llaman. Y muchos son jóvenes. La falta de expectativas de futuro y de un proyecto vital es lo que más pesa, dice García. «Hemos hablado con gente de entre 30 y 35 años que ha perdido el trabajo y se encuentra muy angustiada porque ven muy complicado encontrar otro». Ahí es cuando llega la ansiedad, te comen los nervios, y en pleno confinamiento. «La ansiedad en los jóvenes puede ser una bomba de relojería, aunque aún no hemos llegado a ese extremo y se están levantando las restricciones. Creo que las perspectivas van a mejorar», matiza. El número del teléfono de la esperanza es anónimo, gratuito y no deja rastro.

Pero el aumento no solo ha llegado a los teléfonos, se ha sentido también en los ambulatorios. Llanos Conesa, jefe del área de Psiquiatría del Hospital de Sagunt, asegura que ha crecido la demanda en centros de salud por situaciones críticas en adolescentes. «Es algo que hemos notado en todos los departamentos», añade. «El confinamiento ha empeorado la salud mental en general, creo que todos los cuadros de ansiedad y depresivos se van a multiplicar de manera exponencial. Es algo que vimos en la crisis de 2009, cuando las demandas se triplicaron». Igual que García, Conesa apunta a los problemas en el entorno familiar como detonador de trastornos de salud mental en la juventud.

La desesperanza. Esa es otra losa en la cabeza de los jóvenes. «Algunas llamadas son de personas muy formadas que han visto que no ha tenido sentido poner años de esfuerzo en terminar una carrera y no poder recoger los frutos. El pensamiento de inutilidad, de que lo que has hecho no ha valido la pena», explica García. «A la gente joven que todavía está buscando su lugar en el mundo, un empleo y estabilidad, les afecta y les afectará mucho. Son una generación de jóvenes sin capacidad de demostrar su valía ni desarrollarse», replica Conesa.

Tirar para delante

Ambas expertas coinciden también en que la relación con los padres es, en algunos casos, problemática. «Es un problema que tensa las relaciones. Los padres quieren que su hijo tire para delante y haga su vida y los hijos también buscan volar del nido, pero ambos se encuentran con que no pueden. Y eso lleva a complicaciones como el consumo de drogas, que puede llevar a trastornos», explica Conesa.

Para tratarlo, reclama García, se empieza por llenar la gran laguna de la educación emocional. «Es algo que no se incluye en ningún plan educativo en colegios o institutos pero debería. Falta madurez emocional y que ayudemos a los jóvenes en su capacidad de resolución de conflictos, porque luego llegan y no tienen capacidad para hacerlo. Las instituciones tienen que implicarse».

Desde el Teléfono de la Esperanza piden romper el estigma que rodea a la consulta del psicólogo. «No eres menos por ir, el problema que no se resuelve solo se agranda», dice García. «Al psicólogo va mucha gente y no significa nada del otro mundo. El que no acude cuando lo necesita realmente no está cuidando de su hijo», añade Conesa.

Aunque no es tan fácil, y el problema, el de la factura emocional de la pandemia, tiene visos de agrandarse cuando lleguen los problemas económicos severos. «En el confinamiento hemos visto muchos casos derivados de la salud física, como la enfermedad o la muerte de un familiar, por ejemplo. Ahora llegarán las consecuencias socioeconómicas, las ayudas de momento están sustentando a las personas, pero cuando el Gobierno las retire se van a quedar en una situación muy difícil. Eso va a generar trastornos, y no parece que vaya a cambiar pronto».

Por eso ambas profesionales piden que aumenten los recursos. «La salud mental necesita ser reforzada. Lógicamente, eso no va a resolver los problemas socioeconómicos, no somos el ministerio de Hacienda, pero hay que atenderla igual. Aumentar el personal sí que está en nuestras manos para evitar que en el futuro haya patologías más graves», zanja Conesa.

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