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"La forma más económica de luchar contra el cambio climático está en el suelo"

El investigador José Luis Rubio advierte sobre la importancia de mejorar la gestión del territorio, controlar el desarrollo urbano y reducir los residuos

Panorámica aérea del paisaje agrícola valenciano, con alternancia de cultivos. | GVA

«La forma más económica de luchar contra los efectos del cambio climático la tenemos en el suelo». Así de taxativo se muestra José Luis Rubio, vicepresidente de la World Association of Soil and Water Conservation. «Su potencial como regulador del clima es una vía muy importante que aún no se ha desarrollado lo suficiente», enfatiza a una semana para que se celebre en Glasgow la conferencia de las Naciones Unidas sobre el impacto del calentamiento global. De ahí que envíe una alerta para concienciar a la sociedad sobre una cuestión que considera escasamente conocida.

La entidad académica en la que desarrolla sus investigaciones ha trabajado junto a la International Union of Soil-IUSS en la elaboración de un documento de posicionamiento científico sobre los vínculos del suelo y el cambio climático. El informe aborda la conexión entre su degradación y la desertificación, así como su interrelación con el aumento de la temperatura global por su papel como captador de emisiones. «Con un suelo mal gestionado ese carbono puede enviarse a la atmósfera», remarca. Un problema a tener muy en cuenta en el territorio valenciano, «por ser uno de los puntos más vulnerables» en la crisis ambiental del planeta.

Rubio, principal redactor de este análisis, explica que ya han conseguido multitud de adhesiones. Un respaldo que podría sumar la rubrica de hasta 30.000 expertos de cara a su presentación ante organismos e instituciones internacionales como son la Comisión Europea y especialmente en el foro de la COP26. «Hay que incluir todos estos aspectos, corregir la actual anomalía y ha de ser ya», relata con vehemencia.

El que fue fundador y primer director del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE-CSIC) advierte de que el uso «inadecuado e insostenible de la tierra está afectando a su salud», remarca. A lo que se suma un deficiente tratamiento de los residuos, que alteran la biodiversidad y la resiliencia. «La presión cada vez es mayor sobre la salud del suelo», incide Rubio.

Entre las conclusiones a las que llegan los investigadores están la de mejorar la producción agrícola en términos de eficiencia y adaptación. O ir hacia estrategias de gestión que apuesten por cultivos de cobertura, así como la protección de plantas perennes o árboles que contribuyen a rebajar emisiones y captar CO2. Se apunta también a reducir la carga de maquinaria en los campos y la compactación de la tierra. Así como que la cantidad o momento de aplicación de nutrientes debe estar relacionado con las precipitaciones. «Los productores necesitan saber qué estrategias serán más efectivas, pero falta certeza científica en regiones tan distintas y un clima tan cambiante», admite .

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