"Acordaos de mí en los momentos difíciles, yo salí de un centro de menores"

Rosa Castillo, que se crió en la Beneficencia de València, ayuda a socializarse a más de 40 jóvenes tutelados a través de salidas culturales

«Acordaos de mí en los momentos difíciles, yo salí de un centro de menores»

«Acordaos de mí en los momentos difíciles, yo salí de un centro de menores» / gonzalo sánchez. valència

Gonzalo Sánchez

Gonzalo Sánchez

«Al David de doce años que entró al centro de menores le diría: Vete de aquí, no quiero saber nada de ti». Ahora David (nombre ficticio) tiene quince y va por su segundo centro, este último internado por mala conducta, aunque reconoce que ha cambiado mucho. María (también nombre ficticio) tiene trece y lleva a penas medio año tutelada. Tiene claro que de mayor quiere ser educadora «para ayudar a niñas como yo, como me están ayudando a mí. Para ser un ejemplo para otros jóvenes», explica. También ha cambiado mucho en este tiempo.

Los chavales que han pisado centros de menores han tenido que crecer rápido. Por eso cuando hablan parecen más mayores. Y por eso es complicado hacerles entender cosas de la vida. Salvo que seas Rosa, que aunque tenga 57 años es una más de ellos.

Rosa Castillo se crió en la antigua Beneficencia de València, hoy sede del Institut Alfons el Magnànim. Es de Sevilla, y con siete años su madre les abandonó, a ella y a sus hermanos, y su padre las trasladó a València para que las cuidara su tía monja.

Ahora trabaja en el Centre Específic d’Educació a Distància (CEED) y se animó a participar en el programa Naturarts, una actividad celebrada el pasado miércoles por las calles y parques de València, con los jóvenes de cuatro centros de menores y la Sección del IES Conselleria, de menores de acogida, además del CEED. La actividad es un espacio de aprendizaje pero también de socialización para estos niños, que recorrieron los principales monumentos de la ciudad y, al final, hablaron con Rosa.

Rosa y los chavales. Los chavales y Rosa. Reconoce que es la primera vez que hacía esto y que no pudo escribir nada, de puro nervio, hasta la madrugada anterior. Con su hoja de papel se plantó frente a los adolescentes tutelados y empezó a hablarles como solo puede hacer una persona que ha estado exactamente en la misma situación. Una de las pocas que los entiende realmente y les puede servir de referente.

«Quiero que os acordéis de mí cuando tengáis momentos difíciles, porque yo he salido bien», fue la última frase del discurso para los chavales que tenían los ojos como platos. Les contó también que los centros les hacen ser mejores personas, que les están ayudando, y que, aunque al principio tengan miedo, siempre hay alguien para que no se caigan.

Cincuenta años de diferencia

Rosa (57) y María (13) se sientan en la terraza de la cafetería del Magnànim y se ponen a hablar. Algunas cosas no han cambiado en medio siglo, como el miedo que se pasa y lo sola que te sientes los primeros meses -María asiente con la cabeza y baja la mirada-. Ambas se entienden aunque poco o nada tienen que ver los centros donde estuvieron con tantos años de margen.

A ambas las separaron de sus familias y de sus hermanos, pero Castillo vivió en un centro masificado con otros cientos de niñas donde solo se duchaban «una vez a la semana» y dormían en literas. María abre los ojos por la sorpresa, mira a la directora del centro que esboza una sonrisa y contesta que allí las tratan muy bien. El centro -como la mayoría- tiene poco más de 20 plazas y ella duerme con otra niña en la habitación, intentando ser lo más parecido a un hogar.

Asun Pérez, directora de la sección IES Conselleria, explica que esta actividad que junta a menores tutelados de varios centros y que va ya por su segundo año gusta mucho por todo lo que tiene de compartir experiencias. «Vienen chavales de centros distintos, se conocen y comparten vivencias, por eso les gusta tanto», asegura.

La realidad de estos menores -muchos de ellos, internados por mala conducta- es que vienen de entornos muy duros y de familias desestructuradas. «Lo tienen difícil y por eso necesitan ayuda, nosotros intentamos que cambien», remarca Pérez.