Un «cara a cara» entre la incredulidad climática

Nuestras calles pueden convertirse en ríos y arrastrar los coches en cuestión de minutos.

Nuestras calles pueden convertirse en ríos y arrastrar los coches en cuestión de minutos. / Diario de Mallorca

Desde hace unos años estamos viviendo una concatenación de fenómenos meteorológicos extremos que están alentando la aparición de dos tribus opuestas: los que asisten a este devenir anómalo con incredulidad, porque ven cómo se atropellan los episodios anómalos sin atender a la lógica climática, y los que, igualmente incrédulos, reniegan sobre cada advertencia que llega del ámbito científico, dándole a cada una de ellas el sesgo –para ellos– oportuno con tal de desacreditarlas. Yo no puedo más que identificarme con los primeros, los datos me resultan mucho más confiables que la conspiración, aunque no me cabe duda de que aquellos que dudan del sistema, ya no climático, sino el impuesto por los humanos, tienen razones para hacerlo. Pese a los lobbies y todos aquellos oportunistas que se unen a la causa medioambiental, el planeta no hace más que asestar episodios sin parangón entre los registros modernos. 

Ahora mismo el vehículo climático tiene puesta la sexta marcha y va a tope de revoluciones. Por ejemplo, el día 6 la Tierra alcanzó una temperatura media de 17,20 ºC, la más alta nunca registrada; y la superficial de los océanos hoy continúa marcando récords diarios, el viernes de 20,9 ºC, casi 1 ºC por encima del promedio ¡que es mucho! Mientras tanto, muchos no dejan de pisar el acelerador haciendo caso omiso a los científicos que aconsejan, ya no frenar porque la inercia es arrolladora, pero sí levantar el pie y ver cómo la aguja del tacómetro comienza a descender. El planeta no va a gripar, porque de calentamientos entiende un rato, pero el devenir de un gran grupo de seres vivos quizá sí, entre los que obviamente nos encontramos. 

A mediados de la semana pasada se hizo viral un vídeo de un experto chileno que colabora en Meteored, Alejandro Sepúlveda, que puso en el plasma de su espacio meteorológico una imagen de la Misión Voyager, donde la Tierra se pierde como un punto en el espacio. Somos unos auténticos privilegiados de tener una «casa» donde se han dado, en su justa medida, las condiciones para la vida, tratándose esto de una auténtica carambola intergaláctica, divina para muchos, que no nos exime de estar en una posición de vulnerabilidad. 

Nuestras calles pueden convertirse en ríos y arrastrar los coches en cuestión de minutos, como sucedió recientemente en Zaragoza o en Molina de Aragón, y los nubarrones romperse en millones de pedazos de hielo, con granizos de hasta 11 centímetros de diámetro, esto pasó hace unos días en la también zaragozana Herrera de los Navarros. Los fenómenos puntuales no se pueden vincular al actual cambio climático pero sí en conjunto, cuando la cadencia de las plusmarcas crece y nuestra supuesta supremacía hace agua reiteradamente. Francamente, espero que el cambio climático entre el hilo argumental de esta noche tanto de Sánchez como de Feijóo y que estrechen la mano, porque esto no es un tema de partidos o clanes, es de responsabilidad.