Las llamas del verano
Gonzalo Aupí
El verano es la época de mayor riesgo en cuanto a los terribles incendios forestales. Y, como hemos visto estos últimos días en la fascinante isla de La Palma, los medios nunca son suficientes para trabajar en la extinción de los mismos. Allí, gracias al inconmensurable trabajo de los equipos de emergencias, ha sido posible frenar las llamas cuando ya acariciaban el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, uno de los parajes naturales de mayor valor del archipiélago canario. Y, según parece, el incendio se causó por un «descuido» humano durante una celebración. Algo que, sin duda, es perfectamente evitable. Más aún teniendo en cuenta el riesgo extremo de incendio en el que nos encontramos, dadas las altísimas temperaturas de las últimas semanas en muchas zonas de nuestro país.
Por tanto, un verano más, es momento de reivindicar dos cuestiones básicas: la extrema importancia de los equipos de extinción y la imperiosa necesidad de ser cautos en cuanto a nuestras actividades humanas, pues a veces no será posible evitar un incendio, pero hay otras en las que sí. Y estas últimas dependen de nosotros.
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